martes, 20 de junio de 2023

 

Hasta el espíritu de nuestra sombra

Bueno es sentir que vivimos, / no nos abandona nuestra sombra; / bueno es no andar perdidos, / sino braceando día y noche las olas. / Florecen cayenas, lirios / y lilazules boras; / hacen los pájaros sus nidos / y me amparan samanes con sus sombras. / En medio de montes y sabana / de caballo, llanero y soga, / entre mañana y tarde / el llanero cumple su brega reventona. / Ando mirando llano, / camino entre espinos y rocas; / aspiro el aire / con briznas de aguas que retozan. / Dejamos tristes momentos en el olvido, / no olvidamos las buenas cosas; / bueno es sentir que vivimos, / y nos sigue nuestra sombra. / Dios, somos tus hijos, / te agradecemos hasta el espíritu de nuestra sombra… Adelfo Morillo  

 

viernes, 1 de octubre de 2021

 

Cuentos para entretener            14

Una noche me dijo mi papá Tomás que en la mañanita íbamos a salir en la curiara, para visitar a los Venero en el fundo Medanito, allá estaba Pedro Venero, marido de Ana Olivares de Venero, sobrina ahijada de mi mamá Catalina; ese otro día todavía bajo el crepúsculo mañanero salimos en la curiara, mi papá con canalete y yo con palanca, llevábamos algo de bastimento en el porsiacaso; la travesía la comenzamos por el río Apure, después enfilamos por un caño de aguas cristalinas, en algunas partes se hacía remolinos; cuando habíamos andado buena parte del trayecto, miramos sobre la orilla derecha una manirota, ya la habían picoteado los pájaros y se veía amarillita ladrillo, arrimamos la curiara, me bajé, la agarré y olía a delicias edénicas; a media mañana llegamos donde los Venero, allá estaban Pedro Venero, el hijo mayor Pompilio y la hija Hermelinda; recuerdo que en la tarde salimos con Pompilio que cargaba una escopeta, por si se atravesaba alguna cacería, pasamos frente a una laguna grande, y ya en la tardecita regresamos a la casa de campo; cenamos y temprano en la noche nos reunimos alrededor del montón de bosta encendido, para ahuyentar la plaga, y empezó lo que no puede faltar, la contadera de cosas pasadas y con el ingrediente de los cuentos de espantos, de aparecidos y de muertos, y ahí era cuando Hermelinda se reía sabroso de mí, porque yo subía los pies sobre la silla de cuero, para que ningún muerto me tocara las piernas; y qué cuento del momento de irnos a acostar, yo me metía en el chinchorro con mosquitero y me arropaba como hallaca de pies a cabeza, con los ojos apretados, para que ningún muerto me tocara y para no mirarlo parado frente a mí; en la madrugada me despertó mi papá, para que fuéramos hasta el corral del ganado, cuando llegamos, estaban ordeñando y nos dieron leche tibiecita recién ordeñada en totumas rebosantes de espuma; cuando volvimos a la casa de vivienda Hermelinda se mecía en un chinchorro y yo le dije que me dejara acostar a su lado, porque estaba enamorado y me iba a casar con ella; al día siguiente salimos de Medanito rumbo a casa, nos dieron unas cachapas con queso blanco llanero de cincho, cuando habíamos andado como media travesía, nos dio apetito, busqué en el porsiacaso y las cachapas estaban babosas, todavía estábamos en aguas claritas del caño, mi papá me dijo que las mojara en las aguas, eso hice y nos dimos ese manjar, mientras seguimos navegando en la curiara: poco a poco y cantando bajito..., como decía mi papá...

                                                                     Adelfo Morillo

jueves, 30 de septiembre de 2021

 

Cuentos para entretener            13

 

En esos tiempos hasta 1.960, cuando nos vinimos para Villa de Todos los Santos, allá en los patios de la casa de El Picacho pasaba los días jugando y entretenido solo; recuerdo que añoraba tener algún hermano, amigo o compañero de juegos y travesuras, mas no fue así en ningún momento; de mi hermano mayor Rafael Ángel recuerdo la vez, cuando yo estaba sobre el barranco del río, frente a la casa y él se lanzó de cabeza al agua, me quedé sorprendido y en suspenso, esperaba con angustia y me hacía preguntas: ¿cuándo va a salir, ¿dónde va a salir?, ¿por qué tanda tanto en salir?, ¿será que no va a volver a salir..?; me frotaba las manos, me paseaba de un lado a otro, se me hizo eterno ese tiempo, supongo que fueron segundos, quizás un minuto..., mas al rato surgió casi en la mitad del río. Estuvimos hasta mis ocho años de edad en esa casa a orilla del Apure, me bañaba en el río, mas ahí y en esos tiempos no aprendí a nadar; aprendí a nadar años después en Villa de Todos los Santos; otra de las cosas que recuerdo de mi hermano mayor, fue la tarde, cuando mi papá estaba trabajando carpintería en el banco de labor que tenía bajo la enramada delante de la casa frente al río, de repente escuchamos unos gritos, y no sé cómo mi papá supo que se trataba de mi hermano, agarró una maceta y salió corriendo hacia la chalana, donde mi hermano trabajaba de motorista, cuando llegamos, se fue hasta donde mi hermano, varios en la chalana lo habían cayapeado y uno de ellos le dio una puñalada en el brazo derecho, y luego huyó lanzándose al agua; mi papá agarró a mi hermano del brazo ileso, pasamos por casa de mi mamá Cecilia Filomena y con ella nos fuimos a una clínica, donde el médico León Tirado atendió la herida punzo penetrante, después nos fuimos a casa; al día siguiente mi hermano amaneció con el brazo muy hinchado y no soportaba el dolor, fuimos de nuevo a la clínica, donde el médico le hizo una cirugía, ya casi se le gangrenaba el brazo, después de la intervención el médico le dijo a mi papá, que eso pasó porque seguro mi hermano había tenido relación íntima con la mujer, ya mi hermano convivía con su mujer Yolanda, en casa junto a nosotros; otra de las cosas que recuerdo de mi hermano mayor era que trabajaba en el bar Sol y sombra..., todavía mi hermana mayor Josefina, a la que siempre hemos nombrado por el hipocorístico Pina, conserva una foto sepia, donde él aparece sobre una bicicleta Raleigh frente a dicho botiquín; también recuerdo que en el año 1.960 mi hermano se presentó a la Prefectura en San Fernando para irse a prestar servicio militar; mi papá cuando escuchaba sonar alguna ranchera cantada por Pedro Infante o alguno de esos charros mexicanos de la época, me decía que se acordaba de Rafael, porque a él le gustaban mucho las canciones rancheras acompañadas de mariachis...

                                                                                  Adelfo Morillo  

miércoles, 29 de septiembre de 2021

 

A mi escuela

Este sol llanero nos despierta,

con buen calor estamos alertas;

vamos todos con alegría

a comenzar clases en nuestra escuela...

 

La batalla ahora es con lápiz,

cuaderno, libro y mucha atención,

para cincelar presentes de aurora

en nuestra escuela Batalla de Carabobo...

 

Cantamos el Gloria al Bravo Pueblo,

izamos la bandera tricolor,

viva nuestro Dios y viva Bolívar,

Libertador de nuestra gran nación...

 

A esta Villa de Todos los Santos,

de agua, de tierra y sol

le damos perenne bienestar

con siembra de plantas con amor...

 

Este sol llanero nos anima,

con buen calor nos despierta,

llegamos todos con alegría

a comenzar clases en nuestra escuela...

                                                                Adelfo Morillo

domingo, 26 de septiembre de 2021

 

Cuentos para entretener            12

Siempre salíamos mi papá y yo en la mañana, fuera a pie o en la curiara, si era en la curiara salíamos más temprano, en la mañanita después de tomar el guayoyo recién colado por mi mamá, aprovisionados de algún bastimento: cambures manzanos con queso blanco llanero o panes dulces con queso o catalinas con queso blanco blandito; nos subíamos en la curiara, mi papá con el bastimento en el porsiacaso, él con el canalete y yo con la palanca, remontábamos o bajábamos por el Apure, en tiempos de lluvias, el río se llenaba de orilla a orilla, a veces se desbordaba inundando las partes más bajas de San Fernando y también a Puerto Miranda del lado del Estado Guárico, se veía el agua revuelta terrosa, bajando boras, y con grandes remolinos con borbollones, esas travesías las hacíamos por diversas causas, sobre de todo para preparar vegas, según para sembrar maíz; mi papá ya había visteado el sitio, conducíamos hasta allá y mi papá comenzaba a tumbar monte, gamelotales más altos que él, a punta de machete y con garabato, el machete él lo amolaba con lima y después lo pasaba por la piedra de amolar, lo dejaba amoladito como hojilla, le sacaba filo hasta por la parte de atrás del machete; yo le decía de usarlo, y no me dejaba, porque él decía que era peligroso y me podía cortar; lo curioso de esta faena era que después de realizar esa tarea de desmonte, no íbamos a sembrar; mas esa era su añoranza, todavía cuando él tenía más setenta años, lo escuchaba decir: ¡Ah, si pudiera tumbar una roza, qué bueno es sembrar una roza..! La roza consiste en elegir un pedazo de tierra, si tiene árboles, se talan, se corta el monte a punta de machete, se recoge y se apila esa tala y desmonte en montones y se le prende fuego, según esas cenizas sirven de nutrientes para el suelo; previo a Semana Santa el viaje en curiara lo hacíamos para ir a cortar algunas varas para hacer los trompos, madera que él sabía cuál era las más zumbadora, cortaba los palos y nos regresábamos a casa, donde se ocupaba con martillo, clavos y machete, colocaba el clavo en el pedazo de vara y empezaba a labrar con el machete, hasta cuando le daba la forma y cortaba el trompo; hacía trompos grandes para él y unos más pequeños para mí, los enrollaba con la cabuya y lo hacía bailar, lo tomaba en la mano, cuando yo todavía no sabía bailarlo y menos tomarlo en la mano, me dijo cómo enrollarlo, bailarlo y tomarlo en la mano y hasta en la uña y en el aire... Ahora cuando escribo estas líneas, me afloran recuerdos, me paro y voy hasta la biblioteca de casa, busco el libro Amor y terror de las palabras, escrito por el filósofo de Palmarito (Estado Apure) José Manuel Briceño Guerrero (del que recibí clases en Mérida de las asignaturas Mitología Clásica, Pensamiento Clásico, en ese semestre leímos en griego antiguo el diálogo Simposio (El Banquete), escrito por Platón), Editorial Mandorla, Caracas, 1.987, y en la página 138 leemos la adivinanza infantil: Para bailar me pongo la capa, / porque sin la capa no puedo bailar; / para bailar me quito la capa, / porque con la capa no puedo bailar (el trompo)...

                                                                             Adelfo Morillo

 

Cuentos para entretener            11

A lo largo de mi cotidianidad son innumerables los momentos que he ido atesorando aquí, allá y en tantas partes, y asimismo he ido cincelando en mi memoria los gratos momentos y dejando en el olvido aquellos ingratos;  y a mi edad actual sigo persiguiendo las nubes que entretienen con sus distintas formas, dejo correr mis pensamientos y sentimientos con las aguas del río, persigo el vuelo de los cocuyos en las noches oscuras o las en la noches claras de luna, sigo con alegría persiguiendo y atrapando y soltando caballitos o libélulas en tardes serenas, me sigue embelesando el surgir y zambullir de las toninas, porque aun recuerdo cuando vivíamos a orilla del Apure, de mis tiempos solo, pescando sobre la curiara o sobre el plan de una chalana varada que habían abandonado frente a la casa; y es así cómo ahora recuerdo la mañana cuando bajé a pescar en la curiara amarrada a la orilla del río frente a la casa, lancé varias veces el guaral con anzuelo y carnada, había pasado un buen rato y solo había pescado un caribe pecho rojo, y como no ajiló más nada, agarré el caribe y lo metí completo en el anzuelo, lancé el guaral, lo amarré del banco de la curiara y me fui para la casa, cuando quizás había pasado más de una hora, fui a revisar el guaral, empecé a halar y halaba, sentí que no halaba ni pesaba, pensé que los caribes se habían comido la carnada, seguí halando hasta tener el guaral frente a la orilla de la curiara, miré algo que asomó fuera del agua y me asustó tanto que solté el guaral y salí en carrera hacia la casa, gritando, llamando a mi papá, llegué y le dije todo azorado que había ajilado algo muy grande y feo, bajó conmigo, haló el guaral, miró y dijo que eran dos rayas, eran muy grandes, como dos tortas de casabe, una estaba sobre la otra, mi papá: Están encastando... También recuerdo la tarde después del almuerzo, del bagre guisado que habíamos comido, aparté el cuero y me lo llevé con el guaral de pesca, me dirigí a la chalana abandonada frente a la casa, llegué y me ubiqué sobre el plan que todavía estaba sano y fuerte, agarré el cuero del bagre, lo amarré del guaral, lo empecé a hundir en el río, sentía que mordían los peces, cuando halaba el guaral, salían pegados del cuero varios caribes pecho rojo, los caribes caían saltando sobre el plan de la chalana y volvían a caer a las aguas del río, y en una de las haladas los miro saltando sobre el plan de la chalana, quise atajarlos y rápido metí la mano derecha, cuando uno de los caribes me mordió el dedo meñique de la mano derecha, de eso hace más de sesenta años, y todavía toco, siento y miro la cicatriz de esa mordida en mi dedo meñique...

                                                                         Adelfo Morillo