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viernes, 26 de abril de 2013

A Omar Kheyyam y a la poesía


A Omar Kheyyam y a la poesía

     Son las ocho de la mañana de viernes, y de la casa vecina me llega a los oídos el canto repetido del gallo, y me viene al recuerdo el sin par poeta persa Omar Kheyyam y su obra poética Rubaiyat, de Kheyyam sabemos que nació en Naishapur de Korassam, a mediados del siglo XI, y que los Rubaiyat o cuartetas fueron impresas por vez primera en Calcuta en 1836, y de ellas quiero citar:  

                     “¿Sabes tú por qué al alba el gallo, con su canto
                     agudo, se lamenta? Porque vio en el espejo
                     de la clara mañana, que había transcurrido
                     una noche en tu vida sin que te dieras cuenta…”

     Se hace pertinente decir que la poesía no tiene nacionalidad, es como la música, libre y universal, el poeta toma el motivo y lo embellece con el arte de la palabra encantada, y es así como encontramos poesía en el color y olor de las flores, en el canto vigilante del gallo agorero de tristezas o alegrías, el signo poético corre en los ríos menudos o abundosos, porque el estro poético pareciera difícil, oscuro, abstruso, y si nos detenemos en sus pausas, nos vamos a dar cuenta de que la poesía nace de los entuertos y enredos o de las solturas y buenaventuras, y el poeta en su enfoque subjetivo le da intimidad, vida, fuerza, sencillez y movimiento… Así entonces la poesía brota de la mujer enamorada, y comienza a andar sola en la mirada de ese amor que no se puede esconder, asimismo la poesía se nutre de la teta nutricia, cuando la madre amamanta a su crío con leche y ternura protectora, y es que la poesía llueve en las nubes de invierno, quema en los soles de verano, y atempera en las brisas matutinas, vespertinas o nocturnas… Hoy lanzo al viento este sencillo homenaje a Omar Kheyyam y a su poesía vital y filosófica, que nos envía infinitos mensajes, para que venzamos las durezas y flaquezas que nos da la vida con el impulso permanente de optimismo sin tregua, y con Kheyyam traslado esta ofrenda a la poesía libre, universal, sin nacionalidad limitante, y entonces cantemos con las copas levantadas, no para embriagarnos en alcohol, sino para emborracharnos en los momentos gratos y efímeros de nuestra vida cotidiana: en el encuentro con los hijos y los padres, con los amigos, y con la comprensión amorosa por nosotros mismos y por el resto de los seres humanos, alcemos nuestras copas por la paz, y por la vida inmortal de la poesía en las flores, en los hombres y mujeres, en los niños, y en las mariposas…