Cómo una hoja iba a
dar una flor
Un día estaba sentado bajo el porche de mi
casa, en la noche había llovido, y aspiraba el grato olor a lluvia, y las
plantas del patio regalaban colores, frescuras y fragancias, y me sorprendió
mirar que sobre una hoja de una planta estaba suspendida una florecita blanca
con el centro de tenue amarillo, me pregunté cómo iba una hoja a dar una flor,
porque se veía de forma singular, me agaché y pude darme cuenta de que la
florecita se había desprendido de lo alto de una planta del patio, y la
gravedad y la brisa la llevaron hasta encajarla en un huequito que tenía la
hoja, y pensé que debió ser un gusanito que horadó de forma perfecta ese
huequito en la hoja, y perfecto fue también el detalle de que tal hecho
espontáneo y causal ocurriera para mi asombro matinal… Algunas veces cuando me
siento bajo el porche, me vuelve a la memoria este pequeño y divino suceso, y
esta mañana fue una de esas veces, y me llegué hasta la computadora, y mientras
escribía estas letras, escuché el canto seguido del gallo en el patio, y
escuchaba y sentía también la brisita que me llegaba del abanico, y no sé
cuántos pajaritos cantaban, porque eran diversas las tonalidades de sus
cantos….
En la vida nos sorprenden tantos detalles,
a mí me hacen hasta llorar las más pequeñas cosas; ayer en la mañana, no lloré,
pero me sorprendió, cuando una estudiante morena de lunares en las mejillas y
sobre los labios, me preguntó, si yo alguna vez había llorado por amar a una
mujer, y yo con la más clara sencillez le dije que sí he llorado y lloro,
porque cuando decido hacer pareja con una mujer, para con ella tener mi familia
y mi hogar lo hago pensando y sintiendo que vamos a estar juntos hasta el final
de nuestras vidas, y que lamentablemente no ha sido así, y cuando he tenido que
renunciar a la relación de pareja, me ha dolido con dolor que no olvido…