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lunes, 16 de diciembre de 2019

Sí, aquí, allá y en todas partes



Sí, aquí, allá y en todas partes

     En el Nuevo testamento, al final del libro de los apóstoles (enviados, en lengua griega) leemos Oiremos y no escucharemos, veremos y no miraremos… Los no creyentes en Dios pasan así por la vida; los creyentes escuchamos y miramos a Dios en las innumerables formas presentes en el ilimitado universo, y de manera sustancial en este mundo terrestre en sus incontables manifestaciones de belleza y de bondad… Allá en las montañas nevadas o sin nieve, en los páramos de brisa y de lluvia menuda, pertinaz, o de brisa y lluvia recia, torrentosa, que alimenta ríos arrastradores de pedruscos o peñascos;
en las cuevas cobijadoras de artes y de misterios; en los mares de espacios conocidos o insondables; en el espacio aéreo de gravedad o de ingravidez; o en las llanuras, pampas, estepas, según el nombre que se le da en cada sitio del planeta; y recordamos el nombre de la canción  Aquí, allá y en todas partes…, está presente el amor de Dios,
que los creyentes, lo escuchamos y lo miramos en los ojos de los niños, en la mirada limpia de los enamorados, en la madre que se da a los hijos, en el padre que se da a los hijos, en el vuelo de las aves o de las mariposas, en la escarcha suspendida en las hojas o en la cabellera de los caminantes bajo ventiscas montañeras; escuchamos y miramos cada cosa bella y buena, en las manos abiertas para dar, atender o abrigar, en el perfume de las flores, en las formas de las nubes, en el amor sin medida…  
                                                                            Adelfo Morillo