Safo: la de todos los bellos
epítetos
Safo, “la décima musa”, así la llamó
Platón, nació en Éreso, isla de Lesbos alrededor del año 600 a . C… El poeta Alceo dice
de ella: “Safo, la de los rizos violeta, la pura, la de la dorada sonrisa”,
también la pretende, pero Safo no lo acepta…Safo tenía en Mitilene junto con su
hija una escuela de música, danza y poesía para jóvenes doncellas, de distintas
ciudades acudían a la casa de Safo, a la que ella denominaba “el hogar de las
musas”…La poesía de Sabor está dedicada a Afrodita y a Eros, de allí la denominación
de estro erótico, versos con los que canta el gusto por los cuerpos y rostros
bellos, y Safo para eso vivió, escribió y se consagró, para preparar, admirar y
disfrutar de la hermosura de las formas físicas… Sus versos sáficos en griego,
aun traducidos al castellano o algún otro idioma nos transmiten el encanto
auténtico de esta mujer poeta:
“Afrodita divina, diosa del áureo trono, hija
de Zeus,
que tejes los encuentros
del amor: yo te ruego
que no me hagas perder de tanto
hastío
los deseos de vivir…
Para mí es como un dios
el que se sienta frente
a ti, y escucha
tu dulce voz cerca y esa
risa
que me para de golpe el
corazón.
Pues yo te miro un solo
instante, y ya no puedo
decir una palabra, se me
hiela la lengua,
una delgada llama me
recorre las venas,
mis ojos no ven nada,
los oídos me estallan,
me baño en sudor frío, y
tiemblo toda, pálida
como la hierba mustia, y
siento que me voy a morir…
Dicen que es una hueste de jinetes,
o una escuadra de
infantes, o de naves,
lo más hermoso en la
sombría tierra. Y yo digo
que es el ser que
amamos…
Quisiera ver su andar
amable
y el claro brillo de su
rostro,
más que todos los carros
de los lidios
y todos los soldados y
sus armas…
Llueve hermoso rocío, y
se abren
las rosas , y el perifollo
delicado,
y el meliloto…
Eros sacudió mi alma,
como una ráfaga en el
monte
cae sobre los árboles…
Volviste… e hiciste bien…
llegaste… yo mucho te
extrañé…
y sosegaste
mi corazón ardiente de
añoranza…
No puedo tejer, madre,
mi tela; estoy enferma
por obra de Afrodita y por la
añoranza
de un esbelto
muchacho…
Se han puesto la luna
y las pléyades… Ya es
medianoche… Transcurre
el tiempo…
Y, para mi pesar, yo
duermo sola…”