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domingo, 8 de junio de 2014

Andanza por nuestro idioma 99



Andanza por nuestro idioma      99

     Del árabe almujadda, cojín para apoyar la mejilla, formamos en castellano, almohada; en mil novecientos setenta y dos tenía en mi cuarto de nuestra casa en Calabozo chinchorro, biblioteca y cama, y cuando me acostaba en la cama, no podía dormir, si no apoyaba la mejilla o la nuca en la almohada, y un buen día de abril de ese año emprendí viaje con otros dos amigos para Mérida, porque íbamos a comenzar estudios en la Universidad de Los Andes, llegamos una mañana de frío, neblina y lluvia, llegamos a la residencia de otros calaboceños, ahí dejamos los equipajes, salimos a  buscar residencia, y una hora después habíamos alquilado en el barrio Belén, luego decidimos caminar y admirar la ciudad y sus gentes, nos llamaba la atención tantas estudiantes bonitas de distintos sitios del país, antes de mediodía almorzamos en el Comedor Universitario, y mientras hacíamos la digestión, buscamos una mueblería para comprar camas, sábanas y cobijas, ubicamos una mueblería cerca de donde alquilamos residencia, cancelamos, y como compramos camas sánduches con rueditas, las plegamos, en el vacío colocamos sábanas y cobijas, y nos fuimos cada uno de los tres rodando su respectiva pertenencia, apenas llegamos a las dos habitaciones unidas con puerta interna entre ellas, desplegamos las camas, las vestimos con su sábana, nos acostamos y nos arropamos con cobija, previo habíamos colocado un longplay en el radiotocadiscos portátil que yo había llevado, y nos quejamos y protestamos, porque no nos acordamos de comprar almohada, dije Yo estoy acostumbrado a acostarme y a dormir con almohada, pero me acostumbraré, además sabemos que es más saludable dormir sin apoyar la nuca en una almohada…, y sí, en verdad, me costó habituarme a reposar y a dormir sin almohada, pero con el tiempo aprendí a acostarme boca arriba, y así conversábamos de tantas cosas, mientras afuera se deslizaba la neblina, la lluvia se dejaba caer y escuchar, y un frío paramero, que nosotros, vegueros, disfrutábamos protegidos y tibiecitos entre cobijas de algodón…