El oficio de la escritura
Cuando elegimos el oficio de la escritura, andamos un camino de rosas, si lo asumimos con gusto por lo que hacemos; de esa forma no será un trabajo penoso, sino una aventura no planificada, es decir, a cada momento nos va a sorprender algo inesperado; y así seremos escritores amantes de cada letra, de cada palabra, de cada expresión que lleguemos a producir.
Si estás en ese momento de decisión, de si vas a tener para comer, si te dedicas a escribir; te digo, que el solo hecho de escribir, rebasa lo básico de la comida a tiempo de cada día; cuando nos metemos en el camino de la escritura, nos abstraemos en el tiempo, cada instante se nos aparece sembrado de luces, de magia, de encantos de diversas formas; quisiéramos abarcar el mundo en letras, en palabras, en contextos llenos de respuestas bellas y útiles para cada persona en el planeta.
Yo cada día escribo con el pensamiento -me explico-, en cada sitio y en cada momento algo estoy pensando, y ese hecho de pensamiento es una forma de escribir, y cuando me siento a teclear en la computadora, solo trato de mejorar en escritura real, lo que previamente había escrito con el pensamiento; por tanto, digo que en mi vida conciente, vivo para escribir; y aun más, en mis momentos de subconcienca, cuando duermo y sueño, cada uno de tales sueños entran a formar parte de mi escritura en pensamientos.
Ahora, en este momento cuando escribo estas líneas, me estoy dando de comer, desgusto con pensamiento y con sentimiento; paladeo lo que escucho y lo que hablo, digiero sutilezas de diversas texturas en el tacto, me extiendo sobre la pastura con una cesta de alimento, me solazo con la música que me gusta; cuando escribo, estoy en el comienzo del Universo y a la vez estoy en los confines expansivos del Universo, rebaso espacio y tiempo; me vuelvo relativo, sin lejos ni cerca y solo vivo en presente continuo; escribo en paralelismo sincrónico y diacrónico con una burbuja cristalina en el viento, con las aves que van y vienen, con el río que nos da de beber, con la lluvia menuda o violenta; escribo mi alimento, el pan tangible y el intangible, el del cuerpo y del espíritu, y entonces siento que me salgo de mí, miro luces, me encandilo, y siento algo que me sustenta en espíritu; cuando escribo, soy el creador de mundos imperfectos, que intento traducir con sencillez a la gente que lee lo que produzco, y en esencia con mis mundos imperfectos busco transmitir la idea de poder identificarme con el amor interno que debo manifestar a los demás, y asimismo busco la paz interna que también debo proyectar a los demás; cuando escribo, me abstraigo, mas dejo una parte de mí conectada con el momento real que vivimos, y con el mundo real que vivimos, en donde hay sobre todo bondad en la gente, mas también sé que existe la maldad en tanta gente; escribo mi aliento, escribo y ese es mi alimento; escribo y vivo a mi manera, me estoy en mis espacios y en mis tiempos y procuro respetar espacios y tiempos de cada ser humano con que me encuentro en los diversos entornos cotidianos.
Adelfo Morillo