La mochila de mis memorias
afortunadas
Varias veces he vuelto por donde estaba
nuestra casa en El Picacho, y hasta ahora ha sido infructuoso dar con el lugar,
antes casi todo eran terrenos baldíos, estos fueron ocupados por el urbanismo,
de tal forma que solo me queda recordar el sinnúmero de vivencias gratas desde
los cinco hasta los ochos años de mi infancia… Frente a la casa estaba el
Apure, y en época de lluvias este se colaba por la alambrada inundando el
solar, y yo cuando estaba lloviendo ahí frente a mi papá y a mi mamá me bañaba
desnudo, correteaba, saltaba y me lanzaba como si de zambullidas se tratara;
bajo el alero del corredor pude mirar la vez, cuando se dio un aguacero muy
recio y largo, alumbraban y encandilaban los relámpagos y zumbaban los truenos,
y a una chalana el vaivén de las aguas del río crecido hizo que se soltaran las
amarras, y esta se desplazaba agua abajo a la deriva…
En El Picacho podía pescar con anzuelo
desde la orilla del barranco, desde la canoa de mi papá, o desde la cubierta de
una vieja chalana, que había encallado en el río frente a nuestra casa… Aquí me
entretenía lanzándole granos de maíz amarados con una cabuya a las libélulas o
caballitos del aire, y estos volaban en pos de los granos de maíz, y se
enredaban y así caían al suelo, yo los agarraba, los miraba y los soltaba, esas
eran tardes de caballitos de aire; y en las mañana se me iba el tiempo mirando
el salir y zambullir de las toninas…
En tiempos de lluvia mi mamá se acordaba
de Santa Bárbara bendita y de San Bartolomé, colocaba machetes cruzados en
mitad del patio, y se le escuchaba en sus ruegos, rezos y oraciones… Ahí ella
tenía plantas que alegraban con sus flores, algunas muy perfumadas, que
inundaban de ternura esos espacios y esos momentos… En las noches de luna me
quedaba contemplándola, y cuando era luna llena, me parecía que una mujer
estaba sentada tejiendo, no olvido que pregunté a mi mamá, si ella veía a la
mujer de la luna, y ella me dijo que sí, que era la virgen María tejiéndole
unos escarpines al niño Jesús…
Quizás la vez que he estado más cerca de
la felicidad, fue cuando viví todos esos momentos allá en El Picacho, después
he ido sumando instantes muy gratos, y los voy guardando en la mochila de mis
memorias afortunadas…