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jueves, 13 de junio de 2013

La mochila de mis memorias afortunadas


La mochila de mis memorias afortunadas

     Varias veces he vuelto por donde estaba nuestra casa en El Picacho, y hasta ahora ha sido infructuoso dar con el lugar, antes casi todo eran terrenos baldíos, estos fueron ocupados por el urbanismo, de tal forma que solo me queda recordar el sinnúmero de vivencias gratas desde los cinco hasta los ochos años de mi infancia… Frente a la casa estaba el Apure, y en época de lluvias este se colaba por la alambrada inundando el solar, y yo cuando estaba lloviendo ahí frente a mi papá y a mi mamá me bañaba desnudo, correteaba, saltaba y me lanzaba como si de zambullidas se tratara; bajo el alero del corredor pude mirar la vez, cuando se dio un aguacero muy recio y largo, alumbraban y encandilaban los relámpagos y zumbaban los truenos, y a una chalana el vaivén de las aguas del río crecido hizo que se soltaran las amarras, y esta se desplazaba agua abajo a la deriva…
     En El Picacho podía pescar con anzuelo desde la orilla del barranco, desde la canoa de mi papá, o desde la cubierta de una vieja chalana, que había encallado en el río frente a nuestra casa… Aquí me entretenía lanzándole granos de maíz amarados con una cabuya a las libélulas o caballitos del aire, y estos volaban en pos de los granos de maíz, y se enredaban y así caían al suelo, yo los agarraba, los miraba y los soltaba, esas eran tardes de caballitos de aire; y en las mañana se me iba el tiempo mirando el salir y zambullir de las toninas…
     En tiempos de lluvia mi mamá se acordaba de Santa Bárbara bendita y de San Bartolomé, colocaba machetes cruzados en mitad del patio, y se le escuchaba en sus ruegos, rezos y oraciones… Ahí ella tenía plantas que alegraban con sus flores, algunas muy perfumadas, que inundaban de ternura esos espacios y esos momentos… En las noches de luna me quedaba contemplándola, y cuando era luna llena, me parecía que una mujer estaba sentada tejiendo, no olvido que pregunté a mi mamá, si ella veía a la mujer de la luna, y ella me dijo que sí, que era la virgen María tejiéndole unos escarpines al niño Jesús…
     Quizás la vez que he estado más cerca de la felicidad, fue cuando viví todos esos momentos allá en El Picacho, después he ido sumando instantes muy gratos, y los voy guardando en la mochila de mis memorias afortunadas…