Andanza por nuestro
idioma 75
Otra
vez amanecimos de gallo, del latín gallus;
y ya no sé cuántas veces este gallo de los vecinos se ha volado para nuestro
patio, hoy en la madrugada escuché a este emplumado reloj cantarino, y miré la
hora en el celular y eran las cuatro… Me sorprende que este animal tenga tal
precisión cronométrica… A las seis me desperté nuevamente y salí al patio, y me
encontré con la escena de una ardilla que amagaba con bajarse de un ciruelo, y
el gallo la esperaba, supongo que si la ardilla se bajaba, le iba a dar un
picotazo o un espuelazo, ahí se estuvieron un rato, pero finalmente la
ingrávida ardilla decidió irse de rama en rama sobre las plantas… Luego me
quedé mirando los piñeros cargados, los cocoteros con sus cargas, y el lechoso
también cargado, y el rosal con sus delicadas y fragantes rosas rosadas, y
también me dediqué a podar la tuatúa, la fregosa, el cadillo pata ‘e perro, y
el cariaquito colorado, y como había lloviznado en la noche aún quedaban
suspendidas algunas gotitas sobre y entre las hojas de varias plantas… Algunos
piensan que la felicidad es abundancia de dinero y la posesión de incontables
bienes materiales, y se olvidan de contemplar las pequeñas manifestaciones de
la naturaleza; yo pienso que mientras estamos con vida el más preciado tesoro
es la salud mental y física, y luego ir sumando gratos momentos en el día a
día, porque la felicidad como estado permanente no existe, lo que sí existe es
esa suma de instantes placenteros en el hogar, en el sitio de estudio o de
trabajo, y donde sea que estemos… Dios nos da con la vida varios sentidos, para
que con ellos aprendamos a disfrutar, sin perturbar la libertad y los derechos
de los demás… El gallo canta y él no sabe a quien alegra, o a quien despierta a
tiempo, ni a quien puede molestar, sencillamente cumple con su rutina de vida y
a que las gallinas se dobleguen a su paso y a sus machos galanteos… Una cosa
curiosa es que dicho gallo se vuela para nuestro patio y después le cuesta
volarse para su patio, no sé qué cosas pueden pasar por el instinto de este
emplumado cantarino, sí sé que cada cierto momento volvemos a escuchar su
quiquiriquí ronco como de reclamo o de requiebro, pero por ahora sigue sin
gallina debajo del ala, ¿o será que su ronco cantío es de nostalgia por la
sequía, la soledad y la ausencia? No sé, mientras tanto que siga cantando y
cantando su secuencia de tiempos entre nonis, ciruelos, marañones o mereyes, y
entre los follajes de las diversas plantas de nuestro patio…