Cecilia Filomena (1)
Yo, Cecilia Filomena, fui la compañera de
mi papá para ir a cortar bejucos, con los que encañaba las casas de barro, y
algunas veces cuando íbamos en la canoa, me quedaba quietica, porque pasábamos
debajo de ramas de árboles, y ahí estaban rollos de culebras, a mí esas bichas
no me gusta verlas ni en pintura… Mi papá, Tomás Morillo, él sí no le tenía
miedo a nada, recuerdo que si alguien le decía que había visto la luz de un
muerto, y que se veía en tal sitio, mi papá en la tardecita se iba a ese sitio
y ahí pasaba la noche, para ver si le salía el muerto y le decía donde tenía
enterrada a botija (la tinaja con las morocotas), y así él sacaba de pena al
muerto… A mí lo que sí me gustaba, era cuando mi papá iba a tocar arpa a un
baile, entonces nos íbamos con él mi mamá, mi hermana Amelia y yo, y nosotras
cómo bailábamos, pero a mí no me gustaba bailar con ningún hombre que no
supiera bailar, porque a mí bailando joropo casi nadie me daba la talla, y esas
eran fiestas que duraban hasta tres días con sus noches, a nosotras se nos
hinchaban las piernas y nos dolían, y para aliviarnos nos echábamos orines y
después nos lavábamos con agua tibia… Mi papá también cazaba tigres con lanza y
carabina, cazaba manatíes él solito, yo
no sé cómo hacía para montar ese animal tan pesado en la canoa; otras veces él
salía a castrar colmena o matajey, y cuando llegaba a la casa llenaba una
totuma de miel y se la tomaba completita como beber agua, en un solo trago y no
se ahogaba, ni se le hacía bomba en la garganta… Yo nací en Casita de Paja, en
el bajo Apure, el 22 de noviembre de 1922, y para ese entonces yo tenía diez
años, ahora soy más vieja que el kerosén, por eso es que a mí nadie me va a
venir con enredos ni cuentos, para querer engañarme… Extraño a mis viejos, me
alegra recordar todo lo bonito que viví con ellos, pero también me duele,
porque ya no están con nosotros…