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jueves, 12 de diciembre de 2019

Diálogos sobre poesía y literatura



Diálogos sobre poesía y literatura

     En el libro Diálogos sobre poesía y literatura…, escrito por Pablo Rojas Guardia, nace en Caracas el 4 de agosto de 1.909, muere en 1.978, publicado por Monte Ávila Editores, C. A., Caracas, 1.972, en la página 57 y siguientes, leemos el título El fresco, el espontáneo, el sencillo Manuel Felipe Rugeles, nace en San Cristóbal el 30 de agosto de 1.903, muere en Caracas el 4 de noviembre de 1.959; y de él nos dice Pablo Rojas Guardia… Recordar a Manuel Rugeles es como recordar esos poemas suyos en donde trataba de apresar, de insinuar, de sintetizar todo cuanto la vida de ensueños y de sinsabores, de ilusiones, de fracasos y de esperanzas, le había enseñado.
     Y así vienen a mi memoria aquellos versos luminosos, respetuosos, abiertos a la esperanza y también a la divinidad, de Olaf es un patriarca

Olaf, el rubio Olaf,
hablaba en arameo:
idioma de cristal, de aceite y vino.
El mismo idioma en el que hablaba Cristo.
Olaf, el rubio Olaf, tenía sangre de nórdico,
descendiente del mundo de los dioses de hielo,
de ese mundo en que Odín, Odín el poderoso,
dio muerte a Imer y levantó su puente de encendido arcoiris
y construyó su casa de diamantes.
Su abuelo escandinavo
llegó desde el país azul de las walkirias
a la indígena tierra del oro y del maíz.
Y fue, desde ese entonces,
un hijo más de aquellas cumbres altas,
un hombre más descuajador de selvas
y buscador de minas.
Olaf, el rubio Olaf,
sabía darle nombre
al espacio y al tiempo y a la vida,
a la sombra cambiante de la llama,
al corazón profundo de la rosa,
al llanto indescifrable de la estrella.
Iba a pie con bordón de caminante
y morral sobre el hombro;
arrancaba cortezas de los árboles
para exornar paredes con perfumes de selvas;
recogía las piedras más blancas de los ríos
de su verde comarca
y, sobre todo, amaba
la fiesta primaveral de las flores;
dormía en las veredas solitarias
o en viejas y cerradas sinagogas
y tenía el sentido jubilar del momento
en que iba entregando la virtud de su espíritu.
Tenía la costumbre,
muy simple, inquieta y dulce como el agua;
hablar siempre en parábolas.
Desde la arquitectura de su mundo
era un errátil: sombra de una vida
que pudo andar, extraña en su paisaje,
ajena por su ámbito,
perdida en una estepa o en un bosque sagrado,
o en un desierto, signo de elevadas pirámides
o entre viñedos y olivares secos
o junto a la tibieza blanca de los rebaños
o bajo una alameda de pinos desolados.
Olaf, el rubio Olaf,
pudo, tal vez un día,
en otro tiempo y en lejano siglo,
haber sentido cómo
el agua da fuego en la cebada,
el sol hace de llama sobre el trigo,
la luna hace de harina sobre el alba.
El que escuchamos tiene
la luz de la palabra
que es la verdad de Dios:
Olaf es un patriarca…


     Desde hoy jueves 12 de diciembre de 2.019, y por siempre, cantamos la verdad de Dios, porque este mundo sea de amor, por la belleza y la bondad con sencillez de niños…
                                                                                       Adelfo Morillo