Jesús 8
Todo
el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano,
mi hermana y mi madre.
Después de la muerte de Juan el Bautista,
Jesús se apartó en una barca a un lugar solitario; las gentes se enteraron, y
lo siguieron a pie desde las ciudades. Al atardecer se acercaron a él los
discípulos, que le dicen Despide a las
gentes para que vayan por las aldeas, y compren de comer.
Jesús les dijo No necesitan irse. Denles de comer. Ellos respondieron Tenemos aquí cinco panes y dos pescados.
Y él les dijo Tráiganlos acá.
Entonces mandó a la gente a que se recostara sobre la hierba. Y él tomó los
cinco panes y los dos pescados, alzó los ojos al cielo, y los bendijo. Después
partió y dio el pan a los discípulos, y ellos se lo dieron a la gente. Y
comieron todos y se saciaron. Después juntaron los pedazos sobrantes, y
llenaron doce cestas. Y los que comieron fueron como cinco mil hombres, sin
contar las mujeres y los niños.
Te
digo que tú eres Pedro, y sobre esta Roca edificaré mi iglesia.
Cierto día Jesús tomó a Pedro, a Santiago
y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto. Y allí se transfiguró
ante ellos. Su rostro resplandeció como el sol, y su vestido se volvió blanco
como la luz. Y una nube luminosa los cubrió, y una voz desde la nube dijo Este es mi Hijo amado, en quien me
complazco. Escúchenlo a él. Al descender del monte, Jesús les mandó No digan esta visión a nadie, hasta que el
Hijo del Hombre resucite de entre los muertos.