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sábado, 23 de marzo de 2013

“Es un Calabozo, no de cadenas sino de amor”


“Es un Calabozo, no de cadenas sino de amor”

     En la Introducción del libro Villa de Todos los Santos de CalabozoEl derecho de existir bajo el sol, su autor Lucas Guillermo Castillo Lara nos va contando:
     “Guárico abajo vienen navegadoras las aguas quietas. Entre remansos y madreviejas, entre barrancos y playones siempre rumbo al Sur.
     El río viene resbalando lentamente por una cadencia ocre de playas arenosas. La piel desbaratada de la tierra se arrastra a pedazos entre el agua, por los meandros barrosos.
     El agua que lleva la escorrentía del río, se sume de arenas y cascajos en su múltiple penar. Esa agua barrosa de color de limo, de sabor de tierra, tiene un destello de gloria en la aridez de la sabana. El agua derrumbada en un temblor calcinado de soles canta en la soledad del río que da nombre a esta tierra.
     La vida, como los hombres, está amarrada a las vueltas y revueltas del agua, que viene sembrando pueblos a cada recodo del río.
    ¡Calabozo!, un pueblo vigía de la llanura. A sus cuatro lados sus calles atisban el pasar solitario. Del camino, de los hombres, de las puntas de ganado. Del río que venía del Norte. Del viento que soplaba del Este y doblaba los pajonales hacia el otro lado. Del barinés seco y caluroso que venía del Oeste, con su carga de lluvias y tormentas.
     Pedacito a pedazo los hombres construían la historia. Una historia que sabía a guásimos y caros, a cundiamor, a pascua sabanera, a ripio de sabana calichosa, a sed ardida, a agua derrumbada, a bajíos e hileros, a ganado y caballos, a sudor honrado y esfuerzo duro, a fe y voluntad de hombres machos.
     ¡Calabozo! Un poco de llano aprisionado. Un mundo de sol detenido. Un caliente palpitar de vida, cerrado y abierto por muros, por casas, por calles y plazas. ¡Calabozo!, un lugar que no cierra ni encierra, que abre y descubre, libera y suelta. No es Calabozo sino aventura de quimeras. O será Calabozo porque agarra los sueños. Igual que aprisiona a los hombres para que vayan y vengan y siempre vuelvan. Es un Calabozo, no de cadenas sino de amor. Ancho como la sabana, como la sabana abierto a su vital función de sol.”