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miércoles, 17 de julio de 2013

Trigo limpio


Trigo limpio

     En una residencia de la avenida Independencia conocí a Diego, caminábamos en las mañanas frías de Mérida, comenzábamos a las cinco de la mañana y a las seis estábamos de regreso, llegábamos a la residencia y nos bañábamos con agua fría de la ducha, veíamos cómo despedíamos vapor del cuerpo, después él se iba a sus clases en la Escuela de Medicina y yo a mis clases de Latín en la Escuela de Letras, cuando yo salía, caminaba una cuadra y en la parada esperaba el autobús universitario… Diego también tocaba guitarra, yo le pedía siempre que tocara La casa del sol naciente, y a veces acompañábamos la música con sendos vasos de vino, que él había destilado de uvas o cambures, y también conversábamos y cuando él quería decir de alguien que era persona de confiar, usaba la expresión viejo, esa persona es trigo limpio, bien se tratara de hombre o mujer…
     Al tiempo yo me hice novio de Ilva, nos casamos y nos mudamos a dos cuadras por la avenida Bolívar, detrás del cuartel General Justo Briceño, ahí nos visitaba Diego…Después nos mudamos al sector Mocotíes de Mérida, ahí vivíamos en una casita entre un vivero, plantas y flores, nos quedaba al frente la vista de la sierra, y cuando nevaba la nieve brillaba a lo largo de la cadena de montañas, era un sueño contemplar los picos Toro, Espejo y el majestuoso Bolívar; y cosas curiosas de la vida, había pasado más de un año, cuando un día nos visitó Diego, trabajábamos en el mismo colegio, y andaba buscando residencia, yo lo llevé a hablar con la señora Domitila, y ella que era dueña de la residencia, le alquiló al lado de su casa, ahí pudimos catar nuevamente el vino que destilaba Diego, nos visitaba, conversábamos, y un día nos sorprendió con la noticia de que se iba para Las Palmas en las islas canarias, me regaló y vendió algunos libros, y después de tantos años, aquí en Calabozo lo rememoro, porque él es trigo limpio, y mi memoria se torna alegre con sabor y color de montaña y llano…