Trigo limpio
En una residencia de la avenida
Independencia conocí a Diego, caminábamos en las mañanas frías de Mérida,
comenzábamos a las cinco de la mañana y a las seis estábamos de regreso,
llegábamos a la residencia y nos bañábamos con agua fría de la ducha, veíamos
cómo despedíamos vapor del cuerpo, después él se iba a sus clases en la Escuela de Medicina y yo a
mis clases de Latín en la
Escuela de Letras, cuando yo salía, caminaba una cuadra y en
la parada esperaba el autobús universitario… Diego también tocaba guitarra, yo
le pedía siempre que tocara La casa del sol naciente, y a veces acompañábamos
la música con sendos vasos de vino, que él había destilado de uvas o cambures,
y también conversábamos y cuando él quería decir de alguien que era persona de
confiar, usaba la expresión viejo, esa persona
es trigo limpio, bien se tratara de hombre o mujer…
Al tiempo yo me hice novio de Ilva, nos
casamos y nos mudamos a dos cuadras por la avenida Bolívar, detrás del cuartel
General Justo Briceño, ahí nos visitaba Diego…Después nos mudamos al sector Mocotíes
de Mérida, ahí vivíamos en una casita entre un vivero, plantas y flores, nos
quedaba al frente la vista de la sierra, y cuando nevaba la nieve brillaba a lo
largo de la cadena de montañas, era un sueño contemplar los picos Toro, Espejo
y el majestuoso Bolívar; y cosas curiosas de la vida, había pasado más de un
año, cuando un día nos visitó Diego, trabajábamos en el mismo colegio, y andaba
buscando residencia, yo lo llevé a hablar con la señora Domitila, y ella que
era dueña de la residencia, le alquiló al lado de su casa, ahí pudimos catar
nuevamente el vino que destilaba Diego, nos visitaba, conversábamos, y un día
nos sorprendió con la noticia de que se iba para Las Palmas en las islas
canarias, me regaló y vendió algunos libros, y después de tantos años, aquí en
Calabozo lo rememoro, porque él es trigo
limpio, y mi memoria se torna alegre con sabor y color de montaña y llano…