¿Cómo darnos amor..?
Ya no
hace falta inventar nada más,
solo debemos llegar al amor,
para andar iguales con el prójimo,
si sufre, nos acercamos y vemos cómo ayudamos,
si disfruta, nos alegramos por su dicha;
solo la naturaleza se manifiesta sin más,
no pregunta, no mira hacia adelante ni hacia atrás,
se hace sequía o inundación,
se vuelve terremoto o huracán,
se estremece en tsunami o en volcán,
y no se inmuta, florece o arrasa,
y la culpamos, sin razón, no la respetamos,
talamos, quemamos, la envenenamos,
y hablamos de calentamiento y de efecto invernadero
y de tantas cosas más;
digamos la verdad, sobre todo los políticos,
y cada líder en su comunidad,
vayamos al amor,
para respetar la naturaleza,
para respetarnos entre todos,
para ceder sana la naturaleza a nuestros hijos y
nietos;
solo el amor nos salva,
para vencer el odio en cada una de sus
manifestaciones,
para dejar la envidia, la mentira y la mezquindad;
abrevemos en el aljibe de nuestro corazón,
andemos con el tiempo,
mientras nos dura el hálito de vida,
porque inexorable el tiempo nos rebasa y sigue sin
pausa…
¿Y en dónde encontramos el amor?,
en las cosas menudas y sencillas,
en la florecita silvestre que se da a nuestros
ojos,
en la mano que nos tiende una atención,
en el aliento que nos acompaña cada segundo,
en cada una de tantas pequeñas cosas
que no consideramos,
porque no nos sorprendemos
y nos hemos olvidado del asombro…
¿Y cómo damos amor?,
si sonreímos con sinceridad,
si tenemos tiempo para los amigos sanos o enfermos,
si cada palabra que decimos
y cada cosa que hacemos,
lleva esencia de bien…
¿Nos equivocamos diariamente?,
sí, en cada momento, hasta por omisión,
pero rectificamos
y seguimos adelante para seguir equivocándonos,
pero solo en otras situaciones, no en los mismos
errores…
En el patio atiendo las plantas,
ahí andan la gallina y sus pollos y dos
morrocoyitos,
y allí llegan lagartijas, iguanas y culebras,
voraces ardillas, lechuzas, murciélagos y hasta
gavilanes,
y no sé cuántos pájaros más,
y a veces se oye el canto de la lechucita color
chocolate,
se le da el nombre de pavita,
pero también se oye el canto de gallos y de
alcaravanes,
y solo miramos y escuchamos,
no nos gustan las ardillas, los murciélagos ni las
culebras,
tampoco nos gustan las hormigas bravas, el comején
ni los bachacos…
Ah…, pero cómo nos gusta la brisa
que entra por los corredores
y los olores de lluvia y los fogonazos de los
relámpagos,
y también al rato el zumbido del trueno con el
brisote del chubasco…
Adelfo Morillo