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martes, 12 de abril de 2016

¿Cómo darnos amor..?


¿Cómo darnos amor..?

       Ya no hace falta inventar nada más,
solo debemos llegar al amor,
para andar iguales con el prójimo,
si sufre, nos acercamos y vemos cómo ayudamos,
si disfruta, nos alegramos por su dicha;
solo la naturaleza se manifiesta sin más,
no pregunta, no mira hacia adelante ni hacia atrás,
se hace sequía o inundación,
se vuelve terremoto o huracán,
se estremece en tsunami o en volcán,
y no se inmuta, florece o arrasa,
y la culpamos, sin razón, no la respetamos,
talamos, quemamos, la envenenamos,
y hablamos de calentamiento y de efecto invernadero
y de tantas cosas más;
digamos la verdad, sobre todo los políticos,
y cada líder en su comunidad,
vayamos al amor,
para respetar la naturaleza,
para respetarnos entre todos,
para ceder sana la naturaleza a nuestros hijos y nietos;
solo el amor nos salva,
para vencer el odio en cada una de sus manifestaciones,
para dejar la envidia, la mentira y la mezquindad;
abrevemos en el aljibe de nuestro corazón,
andemos con el tiempo,
mientras nos dura el hálito de vida,
porque inexorable el tiempo nos rebasa y sigue sin pausa…
¿Y en dónde encontramos el amor?,
en las cosas menudas y sencillas,
en la florecita silvestre que se da a nuestros ojos,
en la mano que nos tiende una atención,
en el aliento que nos acompaña cada segundo,
en cada una de tantas pequeñas cosas
que no consideramos,
porque no nos sorprendemos
y nos hemos olvidado del asombro…
¿Y cómo damos amor?,
si sonreímos con sinceridad,
si tenemos tiempo para los amigos sanos o enfermos,
si cada palabra que decimos
y cada cosa que hacemos,
lleva esencia de bien…
¿Nos equivocamos diariamente?,
sí, en cada momento, hasta por omisión,
pero rectificamos
y seguimos adelante para seguir equivocándonos,
pero solo en otras situaciones, no en los mismos errores…
En el patio atiendo las plantas,
ahí andan la gallina y sus pollos y dos morrocoyitos,
y allí llegan lagartijas, iguanas y culebras,
voraces ardillas, lechuzas, murciélagos y hasta gavilanes,
y no sé cuántos pájaros más,
y a veces se oye el canto de la lechucita color chocolate,
se le da el nombre de pavita,
pero también se oye el canto de gallos y de alcaravanes,
y solo miramos y escuchamos,
no nos gustan las ardillas, los murciélagos ni las culebras,
tampoco nos gustan las hormigas bravas, el comején ni los bachacos…
Ah…, pero cómo nos gusta la brisa
que entra por los corredores
y los olores de lluvia y los fogonazos de los relámpagos,
y también al rato el zumbido del trueno con el brisote del chubasco…

                                                                                              Adelfo Morillo