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sábado, 19 de junio de 2021

 

A doscientos años de la gesta heroica de Carabobo, hazaña indeleble en nuestra memoria de identidad y querencia por nuestra nación libre y soberana para la paz

Autobiografía del general José Antonio Páez. Volumen I. Editorial Bedout S. A. Reproducción facsimilar de la edición original existente en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos de América, Washington, D.C.              A partir de la página 205, así nos va contando y describiendo nuestro héroe José Antonio Páez los sucesos de aquella mañana en la llanura de Carabobo, hazaña indeleble en nuestra memoria de identidad y querencia por nuestra nación libre y soberana para la paz: ... había el enemigo concentrado sus fuerzas en Carabobo y desde allí destacaba sus avanzadas en descubierto hasta el Tinaquillo. Envíase contra ellos al teniente coronel José Laurencio Silva, que logra hacerlos prisioneros, después de un encuentro en que muere el comandante español. Entonces el enemigo juzga prudente retirar un destacamento que tiene en las alturas de Buenavista; y ocupado desde luego por el ejército patriota, desde allí observamos que el enemigo se está preparando para impedir el descenso a la llanura. La primera división, a mi mando, se compone del batallón Británico, del Bravo de Apure y mil quinientos caballos. La segunda, de una brigada de la Guardia de Honor, los batallones tiradores, el escuadrón Sagrado al mando del impertérrito Francisco Aramendi, y los batallones Boyacá y Vargas. El general Manuel Cedeño, a quien Simón Bolívar llama el bravo de los bravos, es el jefe de esta segunda división. La tercera, a las órdenes del intrépido coronel Ambrosio Plaza, se compone de la primera brigada de la Guardia de Honor, con los batallones Rifles, Granaderos, Vencedor de Boyacá, Anzoátegui y un regimiento de caballería al mando del valiente coronel Juan José Rondón... Jefes, oficiales y soldados comprenden toda la importancia que va a dar una victoria que todos reputan de decisiva... El ejército español que aguarda se compone de la flor de las tropas expedicionarias... Seguimos la marcha llenos de entusiasmo, con ánimo de salir a la llanura por la boca del desfiladero en que terminaba la senda; pero como vemos ocupadas sus alturas por los regimientos Valencey y Barbastro, giramos hacia el flanco izquierdo con objeto de doblar la derecha del enemigo: movimiento que ejecutamos, a pesar del nutrido fuego de su artillería... Deja el general español Miguel de la Torre los dos regimientos, antes citados, sale a disputarnos con el resto del ejército el descenso al valle, para lo cual ocupa una pequeña eminencia que se elevaba a poca distancia del punto por donde nos proponemos entrar en el llano, que es la Pica de la Mona, conducidos por un práctico que Bolívar ha tomado en Tinaquillo. El batallón Bravo de Apure resiste los fuegos de la infantería enemiga, al bajar al monte, atraviesa un riachuelo y mantiene el fuego hasta que llega la Legión Británica al mando de su bizarro coronel Thomas Farriar. Estos valientes están sin cejar un punto sufriendo las descargas enemigas hasta formarse en línea de batalla. Continúase la pelea, y viendo que ya están escasos de cartuchos, les mando cargar a la bayoneta. Entonces, ellos, el batallón Bravo de Apure y dos compañías de tiradores, mandados por el heroico comandante José Rafael de las Heras, obligan al fin al enemigo a abandonar la eminencia y tomar nuevas posiciones en otra inmediata que se halla a la espalda. De allí envía contra nuestra izquierda su caballería y el batallón de la Reina, a cuyo recibo mando yo al coronel Miguel Antonio Vásquez con  el estado mayor y una compañía de la Guardia de Honor, mandada por el capitán Juan Ángel Bravo, que logran rechazarlos y continúa batiéndose contra la caballería enemiga por su espalda. Este oficial, Bravo, lucha con tal bravura que se ven después en su uniforme las señales de catorce lanzazos que ha recibido en el encuentro, sin que fuese herido, lo que hace decir al Libertador que merece un uniforme de oro... Los batallones realistas Valencey y Barbastro ven que el resto de su ejército va perdiendo terreno, tienen que abandonar su posición para reunirse con el grueso del ejército. Corro yo a intimarles rendición, acompañado del coronel Ambrosio Plaza que ha dejado su división y se ha reunido conmigo, deseoso de tomar parte personalmente en la refriega. Durante la carga, una bala hiere mortalmente a tan valiente oficial que allí termina sus servicios a la patria... Reforzado yo con trescientos hombres de caballería, que salen por el camino real, cargo con ellos a Barbastro y tiene que rendir armas; en seguida fuimos sobre Valencey que va poco distante de aquel otro regimiento, se apoya en la quebrada de Carabobo, resiste la carga que le damos. En esta ocasión estoy a pique de no sobrevivir, pues siendo acometido repentinamente de aquel terrible ataque que me priva del sentido, me quedo en el ardor de la carga entre un tropel de enemigos, y tal vez hubiera sido muerto, si el comandante Antonio Martínez, de la caballería del realista Tomás Morales, no me hubiera sacado de aquel lugar. Toma él las riendas de mi caballo y montando en las ancas de este a un teniente de los patriotas llamado Alejandro Salazar, alias Guadalupe, para sostenerme sobre la silla, ambos me ponen a salvo entre los míos... Al mismo tiempo el valiente general Manuel Cedeño, inconsolable por no haber podido entrar en acción con las tropas de su mando, avanza con un piquete de caballería, hasta un cuarto de milla más allá de la quebrada, alcanza al enemigo, y al cargarlo cae muerto de un balazo. A tiempo que yo recobro el sentido, se me reunió Bolívar, y en medio de vítores me ofreció en nombre del Congreso el grado de general en jefe... Tal fue la gloriosa jornada de Carabobo... Bolívar en su proclama dijo que ella había confirmado el nacimiento político para la independencia de Colombia... Varios fueron heridos, de entre ellos, el comandante portugués, José de Lima. El coronel Julián Mellado cae muerto en la quebrada de Barrera, así como el teniente José María de Olivera, otros oficiales de mi estado mayor que mueren en esta memorable acción: coronel Ignacio Meleán, Manuel Arraiz, capitán Juan Bruno, teniente Pedro Camejo, alias el Negro Primero y teniente Nicolás Arias...      (Ortografía actualizada por Adelfo Morillo)