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sábado, 24 de mayo de 2014

Andanza por nuestro idioma 58



Andanza por nuestro idioma        58

     Hoy viernes, del latín Veneris dies, día de Venus, diosa del deseo carnal o erótico en mitología latina; mi mujer leyó con amor lo que escribí con el título Un ciclo de mi vida, y después del almuerzo me dijo… ¡Qué ciclo..! Y sí, son cincuenta y cuatro años de escolaridad de estudiante y docente…
     Y ahora recuerdo que la vida es un entramado de dolores y alegrías, porque fue a finales de enero de mil novecientos setenta y siete, yo había salido de una de mis clases, y miré a mi amiga Maora que estaba sentada frente a la Biblioteca de la Facultad de Humanidades, y lloraba, me acerqué y le pregunté por qué lloraba, y empezó a decirme que su marido Lubio no quiso que ella trabajara, y por eso había renunciado a unas horas de Francés, que estaba dando en un colegio en Mérida, me siguió hablando y después de desahogarse conmigo, me preguntó, si yo quería dar esas horas, tanto me insistió que yo esa misma tarde me fui hasta el colegio, y allá me atendieron el Subdirector y el Administrador, estuvimos conversando y dejé una constancia de mis notas, me dijeron que fuera al día siguiente, para darme una respuesta, sin falta ahí me presenté, me recibió el Subdirector, nos sentamos y lo primero que me dijo fue que con esas notas cómo no me iban a dar el trabajo, me tendió el horario y me dijo que al día siguiente era mi primera clase… Me despedí, salí del colegio y me fui caminando feliz a decirle a mi mujer la buena nueva, nos habíamos casado en marzo del año anterior, y ya teníamos a Adrián de apenas dos meses de nacido…
     Estoy sentado escribiendo y estoy recordando aquellos días frente a la montaña verdiazul, y el pico Bolívar coronado de nieve, y cuando nevaba en la cresta de la sierra, y la brisa, la neblina y la llovizna de páramo, y cuando saboreábamos, bajo ruanas, cobijas y abrigos, chocolate, arepas de trigo y queso ahumado; y Maora, si estás leyendo estas líneas, las mismas son testigos de que te recuerdo con alegría y también aquellas lágrimas tuyas de aquel día, que luego fueron sonrisas en la leche de los teteros para mi hijo primogénito…