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lunes, 10 de junio de 2013

Entre cambios y mudanzas


Entre cambios y mudanzas

     Rafael, nuestro hermano mayor, nos dice que cuando vivimos en Cabruta, nos mudamos varias veces, y luego nos fuimos a San Fernando de Apure, y ahí también fueron unas cuantas las mudanzas, y que él era el que cargaba los corotos en una carretilla; mis memorias son desde cuando yo tenía como cinco años, y recuerdo que vivimos en casa propia en El Picacho a orillas del Apure, pero como a mis siete años mi papá vendió esa casa, y nos mudamos a una casa alquilada, donde estuvimos hasta el momento, cuando nos vinimos a Calabozo, por donde pasa el Guárico; ahora yo tenía ocho años y puedo afirmar que nos mudamos como ocho veces, hasta cuando finalmente mi papá hizo una casa grande al lado del depósito del Instituto Nacional de Obras Sanitarias (I. N. O. S), frente a la carretera nacional, ahí estuve mientras terminé quinto y sexto grado de primaria, y luego inicié y terminé el bachillerato, hasta una mañana de abril de 1972, cuando me fui a estudiar en Mérida a la universidad… Cada vez cuando nos mudamos, junto con la alegría, puede haber molestias y pesares, aun si cambiamos de lugar por voluntad propia, y sin duda las cosas son mucho más complejas, si debemos cambiar de domicilio por razones de labores o de otro tipo, que escapan a nuestro albedrío…
     Ahora por naturaleza nuestro organismo y nuestras visiones cambian continuamente y la mayor parte de las veces esos cambios y mudanzas se producen, sin que nos demos cuenta… A mí en mi labor docente, algunos estudiantes me dicen que no cambie, y yo les digo, al contrario díganme que cambie, porque si no me vuelvo obsoleto en mis ideas; y en verdad todos debemos estamos abiertos a los cambios y mudanzas corporales e intelectuales, porque si admitimos que somos buenas personas, entonces igual debemos estar dispuestos a estar cambiando para ser mejores personas cada día…
     Yo cuando comencé mi vida particular a tener familia, también experimenté en Mérida y en Calabozo varias mudanzas, hasta cuando adquirí casa en un rincón de calle ciega, en la Misión de Nuestra Señora de los Ángeles o Misión de Arriba, y aquí convivo al lado de María, mi mujer, y de Fabio, mi hijo, y a donde también llegan mis otros hijos, con quienes compartimos momentos entre sonrisas, y rogando a Dios, porque sepamos darnos más encuentros sanos y amables…