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lunes, 13 de agosto de 2018

XII Congreso de Cronistas e Historiadores de Venezuela

XII Congreso de Cronistas e Historiadores de Venezuela

Pregón por el Centro de valor histórico de la Villa de Todos los Santos





El que quiere, puede
                                                                     Adelfo Morillo






       Hay conceptos que contienen en sí principio y fin, Dios, conocimiento, Universo, infinito, eternidad, vida; y de ellos el más efímero en tiempo es la vida, y en forma particular la vida de cada ser vivo; y en oportunidad de esta ponencia vamos a interrelacionar circunstancias de tiempo y espacio en una diacronía de matices variopintos…
       Quizás era una mañana de recio sol y de gratas brisas, estábamos en el salón de clases de sexto grado, en el Grupo Escolar Ramón F. Feo, y fue en uno de los meses finales del año 1965, cuando  la maestra, Ermila Camacho, entre otras cosas, nos dijo El que quiere, puede… Ahora estamos aquí en esta actividad del XII Congreso de Cronistas e Historiadores de Venezuela, en la Villa de Todos los Santos, en que realzamos la significación de querencia por el Centro de valor histórico de la Villa de Todos los Santos de Calabozo…, con que se da acogida a la propuesta que hizo en el pasado Congreso la profesora Aminta Díaz…
       En julio de 1966 recibí la Boleta de Promoción de Sexto Grado, sentía inmensa alegría y a mi vez dura nostalgia, una parte de mí no quería dejar mi escuela primaria, en donde había vivido tan bonitos momentos. Desde tiempos atrás soñaba con vestir el uniforme de bachillerato del Liceo Humboldt, pantalón azul marino y camisa blanca, mangas cortas; mas qué triste decepción, ese año decretó el Presidente, Rafael Caldera, pantalón largo de kaki y camisa de kaki, mangas cortas, para  los varones en bachillerato; mis abuelos maternos, que me criaron, eran pobres, mi abuelo era obrero en el Ministerio de Obras Públicas, en el Centro Administrativo, y ganaba 12,50 bolívares diarios; mi abuela compró a uno de aquellos árabes maleteros Corte barato, baisano…, un pantalón de pacotilla muy barato; en la mañana siguiente, vestí mi uniforme con tal pantalón nuevo, todo fue bien, mas el lunes siguiente, cuando me puse el pantalón, lloré de pena…; mi abuela lo había lavado, y se encogió tanto que entonces era casi una bermuda…
       En esos años finales de los sesenta había bodegas y pulperías, se compraba de contado y fiado, los bodegueros y pulperos llevaban un cuaderno de clientes entre buenas pagas y malas pagas, y se disfrutaba de la ñapa; se llenaban álbumes con cromos; se leía suplementos, Tarzán, Superman, Tawa, El llanero solitario, Linterna verde, Flash, El hombre araña, Vidas ejemplares, Memín, El látigo negro, Santo, el enmascarado de plata…; se realizaba el circuito de carreras de bicicletas de paseo y de reparto, todavía vemos en bicicleta por estas calles a Alí Bilbao, una de aquellas glorias no pasadas…; hubo cinco salas de cine, Tropical, Teatro Lazo Martí, Cine Guárico, Adriático, Teatro Páez…; en uno de los primeros meses de 1968, en una mañana de recio sol y de bonancibles brisas, vino el Presidente, Raúl Leoni, a inaugurar el edificio del Liceo Humboldt y los silos de Adagro…; íbamos a pasear, a jugar y a recrearnos al parque La Aguada…; se hizo normal que los estudiantes liceístas desplegáramos la silla de extensión en cualquier espacio y a cualquier hora del día o de la noche; también era cotidiano que dejaran ante la puerta de cada casa la leche y el pan; y en las madrugadas de diciembre eran infaltables las misas de aguinaldo, con orejitas o arepitas dulces, el cafecito, los saltapericos, buscacanillas, traquitraquis, tumbarranchos;  y me alegraba tanto estar junto a las muchachas bonitas, compañeras de estudios, Niza, Reneé, Beatriz D., Beatriz T., y la hermosísima profesora de Psicología, Gloria Aguilar, que la recuerdo a la par de la melodía El amor es azul del compositor y músico Paul Mauriat; y el 14 de marzo de 1969 salimos, en desfile desde la avenida 23 de enero, frente al Liceo Humboldt, los estudiantes humboldtianos seguimos por la calle 5, Bolívar, hasta la esquina de la carrera 11, donde cruzamos, a la derecha para detenernos entre las calles 4 y 3, y ahí estuvimos de pie en la calle y en la plaza, frente al busto de Francisco Lazo Martí…; se cumplía ese día el centenario del natalicio de este villatodosantino, que en su vida de cuarenta años fue estudiante de medicina en el Colegio Federal de Primera Categoría, con  jerarquía de academia universitaria, orador, fundador y editor de periódicos, profesor de alemán, y sobremanera poeta en Crepusculares y en Silva Criolla…; y el orador de orden, de quien ahora no recuerdo el nombre, mas  sí guardo palabras de su discurso y de algunos versos recitados por él de Crepusculares…, hablaba de la antítesis de alegría y tristeza en los versos

                                           Cielo azul, verde pampa, claro río,
                                           que desde niño acostumbré a mirarlos
                                           tras el puro cristal del amor mío…

                                           La vieja catedral, la brava ortiga
                                           del muro abierto y de los techos rojos:
                                           el duro banco de la escuela amiga…
                                           ¿Cuándo a mirarlos volverán mis ojos?

                                           Es a fuerza de amor que el amor toca
                                           la más augusta cumbre de la vida…”  

       El momento de cuando fue concebido cada uno de nosotros, nadie lo sabe; mi mamá me dijo que nací el domingo 15 de marzo de 1952, en una casa en la carrera 5, que conduce al río, entre calles 5 y 4, y que fue a las once de la mañana, asistida por la comadrona María Castro de Mendoza; ahora hace de ese día sesenta y seis años con ñapa; y cuando comencé mis estudios de primaria, tenía ocho años, y recuerdo que era lunes, en una mañana de septiembre de 1960, y entrábamos a la escuela con el toque del timbre, formábamos, tomábamos distancia y cada día cantábamos el Himno Nacional, y cada día del mes de mayo cantábamos el Himno al árbol, y mientras duró la primaria, cuánto me alegraba mirar a las muchachas bonitas, Marisela, Reneé, blanquitas las dos, y la maestra de cuarto grado, la bellísima Alina Parra, y en uno de esos años apareció el Trío Venezuela con aquella canción Magia blanca, y yo cantaba la letra

                                            Magia blanca, tú tienes,
                                            me has hechizado a mí
                                            con tu mirada coqueta,
                                            con tu manera de andar…
                                             
        Un lunes de septiembre de 1965, en una mañana de recio sol y de agradables brisas, comenzamos sexto grado en el Grupo Escolar Ramón Francisco Feo, la maestra nos dijo Mi nombre es Ermila Camacho…; y así comenzamos clases; recuerdo que la brisa se colaba desde más allá de la sabana abierta, frente al Aeropuerto de la Villa de Todos los Santos; también me acuerdo, que la maestra asignó a algunos varones, para que pintáramos el salón ; y la maestra nos dictaba sin ningún libro en las manos, y nos conversaba, y en una de esas mañanas la enteramos de la precaria situación económica de la mayor parte de nuestros padres, y hasta ahora no he olvidado, cuando dijo El que quiere, puede… Hasta ese día me angustiaba la idea de que yo no pudiera seguir estudiando, por la dificultad económica de mis abuelos, mas escuché esa idea firme de la maestra, y a partir de ese momento tomé tal idea como escudo, para hacerle frente a cada situación difícil, que se me presentare en la vida… Y en el pasar del tiempo me gradué de Bachiller en las Bodas de Plata del Liceo Humboldt, en julio de 1971; en ese año aprobé exámenes de ingreso en la Escuela Militar en Caracas, mas la milicia no es para mí; en abril de 1972 me fui a Mérida, y en la Escuela de Letras de la Facultad de Humanidades, de la Universidad de Los Andes, estudié francés, italiano, inglés, alemán, y en 1978 obtuve el título de Licenciado en Letras, en la Mención de Literaturas Clásicas, Griego Antiguo y Latín. En 1977 comencé todavía de estudiante a impartir clases de Francés y Latín en dos Colegios privados, y luego de Castellano y Literatura; en 1981 concursé en la Escuela de Letras, de la Universidad de Los Andes, y gané el concurso a Tiempo Completo, en las Cátedras de Latín I y II; en el año 1984 me publicaron en la Imprenta de la Gobernación de Mérida el libro Apuntes castellanos y en el año 1987 en la misma Imprenta me publicaron Anotaciones castellanas; y allá en Mérida, una mañana escuché del poeta de estas llanuras sus heptasílabos Es tiempo de que vuelvas… / Es tiempo de que tornes… Y decidí volver a mi Villa de Todos los Santos, en enero de 1988; de inmediato a comienzos de dicho año hice gestiones ante el profesor Ildemaro Camaripano, en ese entonces Presidente de la Asamblea Legislativa del Estado Guárico, él me hizo hablar con la Jefa de Zona del Estado Guárico. Ilsia Pino, y ella me asignó 37 horas de Castellano y Literatura, para que las impartiera en el Liceo Joaquín Crespo, Rafael Loreto Loreto y en la Escuela Técnica de Agricultura Don Ricardo Montilla, en la Villa de Todos los Santos; asimismo dictaba clases de Castellano y Literatura en el Colegio Coromoto, y en el Instituto de Tecnología de los Llanos, donde gané concurso para la Cátedra en horario nocturno de Lenguaje y comunicación; desempeñé tales labores hasta noviembre de 1993, porque concursé en la Universidad Rómulo Gallegos, y gané el concurso a Dedicación Exclusiva, para dictar la Cátedra de Lengua castellana, en el Área de Ciencias de la Educación, con sede en la Villa de Todos los Santos; en el año 1999 el Rector Federico Brito Figueroa me designó Decano del Área de Ciencias de la Educación; en el 2001 fui de ponente invitado a la Universidad de las Américas en México; en el año 2007 escribí el libro Lengua Castellana, que publiqué y edité en la Editorial Miranda, en Villa de Cura; y en la plaza Páez realicé el bautizo del ejemplar, en horas de la mañana, y hubo insignes personalidades, el Alcalde Teófilo Rodríguez, el Presidente del Ateneo de Calabozo, Rubén Páez, el profesor Luis Camaripano, los profesores José Aquino, Jairo Rivero, ahijados de promoción de la Universidad Rómulo Gallegos, mi esposa, María Ríos, mis hijos Fabio, Jairo y Cristina, familiares y amigos, la maestra María Dolores Lolita de Porcarelli y mi maestra de sexto grado, Ermila Camacho, a quien invité en condición de madrina del libro… En noviembre del 2013 me jubiló la Universidad Rómulo Gallegos, mas desde hacía algún tiempo atrás, algunos me preguntaban ¿Qué vas a hacer, cuándo te jubiles..? Yo no respondía, solo sabía que me iba dedicar a escribir más, y así sucedió, en diciembre del 2012 creé calabozotierradedios.blogspot.com, y comencé a escribir y a publicar, y así continúo, produzco y publico por mi blog, y sigo poco a poco y con pausas…  
       Este periplo, que cuento desde 1960 hasta el presente, responde a mi forma de rendir buena memoria a mi maestra, Ermila Camacho, porque gracias a esa expresión El que quiere, puede…, que a ella escuché en esa mañana de 1965, después de superar tantas dificultades y contrariedades, he sabido salir adelante por cada uno de tales logros… De Ermila Camacho pudiera decir tantas cosas honorables, y se pudiera pensar que son anécdotas, mas no son tales, cada actitud, cada palabra, cada acción de Ermila Camacho eran su forma de ser cotidiana, en cualquier espacio y en cualquier momento; quisiera ser buen poeta y acompañado de lira o de guitarra, pudiera entonar una canción, que fluya buenos pensamientos y bonitos sentimientos no solo por este momento, sino por cada instante oportuno para honrar la memoria de Ermila Camacho, en su andar por la vida, mas que me sepa comprender cada buen poeta, porque ahora escribo y leo esta mi osadía, estas líneas, estos versos, esta poesía Mi maestra, Ermila Camacho, que nos sigue diciendo El que quiere, puede…   

                                              La voz clara
                                              de mi maestra ilumina;
                                              en mis andanzas de vida
                                              te sigo escuchando, Ermila…

                                              Sigo mis exámenes de vida,
                                              como si fuera aquel muchacho
                                              vestido de penurias
                                              y sobre todo de sueños,
                                              eterna Ermila Camacho…

                                              He aprendido a andar
                                              por la sombra y cantando bajito;
                                              ando ecos de ternura
                                              para no despertar los sueños… 

                                              Ahora andas ese infinito sueño,
                                              ese que no sabemos,
                                              cuando nos llega;
                                              mas confío
                                              que en tanta otra gente
                                              hayas sembrado sueños,
                                              como el que me ilumina,
                                              maestra Ermila…

                                              He aprendido a andar
                                              por la sombra y cantando bajito;
                                              ando ecos de ternura
                                              para no despertar los sueños…