Mostrando entradas con la etiqueta Rómulo Gallegos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Rómulo Gallegos. Mostrar todas las entradas

domingo, 30 de octubre de 2016

Rómulo Gallegos, poeta


Rómulo Gallegos, poeta

       La poesía es creación, esta es la primera significación que da la lengua griega clásica, esa lengua en que escribió Homero los sendos poemas épicos la Ilíada y la Odisea; y una de las cosas que el poeta busca crear es imágenes de belleza.
       La actriz de cara bella por siempre, en la idea de tanta gente, es la mexicana María Félix, y ella dijo una vez y quizás lo reafirmó algunas otras veces La belleza te lo da todo, pero no es todo… Sí, la belleza necesita vibrar en  sentido de amor,  en el amor sin precio, el que se da y se recibe en monedas de estremecimiento que nos confunde en el dolor o en el gozo…
       El escritor, traductor y crítico literario argentino, Rodolfo Alonso, nacido en 1934, escribió de la poeta portuguesa Sophia de Mello Breyner Andresen

       Este bello texto y tocante fue leído por su autora en Lisboa, el 11 de julio de 1964, durante el almuerzo de homenaje organizado por la Sociedad Portuguesa de Escritores, en ocasión de la entrega del Gran Premio de Poesía atribuido a su Livro sexto. Nacida en Oporto en 1919, Sophia de Mello Breiner Andresen es sin duda uno de los más significativos poetas portugueses contemporáneos… Y de las palabras leídas por Sophia de Mello, y traducidas por Rodolfo Alonso, entresaco estas líneas

       Camino por la acera pero no quepo en la sombra… Sumerjo la mano en la sombra como si la sumergiese en agua… La palabra belleza no es nada, sé que la belleza no existe en sí, es apenas el rostro, la forma, la señal de una verdad de la cual ella no puede ser separada. No hablo de una belleza estética pero sí de una belleza poética
       El reino ahora es solo aquel que cada uno por sí mismo encuentra y conquista, la alianza que cada uno teje.
       Este es el reino que buscamos en las playas de mar verde, en el azul suspendido de la noche, en la pureza de la cal, en una pequeña piedra pulida, en el perfume del orégano.
       Si un poeta dice oscuro, amplio, blanco, piedra, es porque estas palabras nombran la visión del mundo, su ligazón con las cosas… El verso es denso, tenso como un arco, exactamente dicho, porque los días fueron densos, tensos como arcos, exactamente vividos

       En el mes de octubre próximo pasado los señores de la Academia Sueca decidieron otorgar el Premio Nobel de Literatura 2016 al compositor, músico y cantante estadounidense Bob Dylan, y las líneas justificadoras de por qué decidieron concederle tal distinción son Por haber creado nuevas expresiones poéticas…

       De la novela Doña Bárbara, cumpleañera de veinticinco desde su primera edición en 1929, quiero decir que su autor Rómulo Gallegos escribió en esta edición de 1954
     
       Esta edición obedece al propósito del Fondo de Cultura Económica de adherirse a la conmemoración de los veinticinco años de Doña Bárbara; y porque se ha deseado que en ella cuente yo a sus lectores la historia de esta novela afortunada
       Rómulo Gallegos, caraqueño y mundial, en su quehacer literario en el mundo narrativo, escribió cuentos, obras de teatro, guiones de películas y novelas, y de tan extensa obra literaria, específicamente extraje de las novelas Doña Bárbara y Cantaclaro estas expresiones poéticas del ambiente y de las vivencias propias de nuestros llanos venezolanos; y de la Doña Bárbara veinticincoañera resaltamos estas muestras poéticas

Campanadas funerales en el silencio desolador del crepúsculo de la selva…
Reflejos de hogueras empurpuran la oscuridad de la noche…
Sus alas se tiñen de rosa al resplandor del fuego entre las tinieblas profundas…
Ya el sol empezaba a ponerse, rumbo de baquianos a través de la sabana, toda ella, uno solo y mil caminos distintos...
Un bando de garzas se alejaba hacia el sur, una tras otra en la armoniosa serenidad del vuelo…
Allá lejos, negra en la contraluz del crepúsculo, la silueta del jinete en pos del rebaño, un cantar de notas largas, tendido en la muda inmensidad…
Se ocultó por fin el sol, pero quedó largo rato suspendido sobre el horizonte el lento crepúsculo llanero en una faja de arreboles sombríos, cortados por la línea recta del disco de la sabana, mientras en el confín opuesto, al fondo de una transparente lontananza de tierras mudas, comenzaba a levantarse la luna llena…
Se fue haciendo más y más brillante el fulgor espectral que plateaba los pajonales y flotaba como un velo en las hondas lejanías…
La sinfonía persistente de los grillos sabaneros, y aquel silencio hondo, de soledades infinitas, de llano dormido bajo la luna…
Lejos, en el profundo silencio, se oía el bronco mugido de los raudales de Atures...
La noche ha avanzado bastante y la luna ahonda las lejanías de la sabana…
La llanura en la malicia del cacho, en la bellaquería del pasaje, en la melancolía sensual de la copla…
Tierra abierta y tendida, buena para el esfuerzo y para la hazaña, toda horizontes, como la esperanza, toda caminos, como la voluntad…
Ya viene la aurora con los lebrunos del día…
La tarde cae dulcemente, dorada y silenciosa…
Está fresca el agua del pozo. La enfriaron las estrellas que estuvieron pasando toda la noche. Todavía quedan algunas en el fondo…
Tras el monte oscuro de la mata, se elevaba el disco de la luna esparciendo una melancólica claridad sobre el vasto campo enmarañado…
Era una tarde de sol y viento recio. Ondulaban los pastos dentro del tembloroso anillo de aguas ilusorias del espejismo, y a través de los médanos distantes y por el carril del horizonte, corrían, como penachos de humo, las trombas de tierra, las tolvaneras que arrastraba el ventarrón…
El algarrobo del paso vibra como arpa melodiosa entre el zumbido de las aricas…
Sus miradas se hunden en las claras lejanías de la sabana, dormida bajo el fulgor lunar…
Jesusito contempla la sabana y escucha las tonadas. Cantares de notas largas, música de tierras anchas y solas…

       La Editorial Oveja Negra, Colombia, en 1985 publica Cantaclaro, y de tal edición reseñamos estas líneas poéticas

Por allá viene el viento peinando el pajonal…
El sol de los araguatos arranca reflejos de bronces nuevos…
Hay un silencio macizo que llega hasta el horizonte…
Comienzan a espejear los arenales como charcas azules…
Ya el sol moría en el confín de la sabana, desangrándose en los ojos peladeros de los medanales…
¡Caballo del relincho de oro,  clarín del alba sabanera…
El árbol solitario proyecta su silueta pensativa y en la serenidad del cielo se pone a contar sus ramas…
La sabana empieza a recoger sus caminos para tener tiempo de dormir y madrugar extendiéndolos de nuevo, frescos y descansados, para las marchas posibles..



                                                                                      Adelfo Morillo

sábado, 18 de enero de 2014

Bajo soles y lunas



Bajo soles y lunas

     Hoy sábado del latín sabbatum, derivado del hebreo sabath descansar, recordamos que Dios descansó el séptimo día o sábado; también es el día dedicado a Saturno, en inglés Saturday, dios de la agricultura y de la urbe o ciudad en mitología latina…
     Esta mañana me despertó un ligero olor a lluvia, y luego mi mujer me apretó y me abrazó, yo respondí dándole caricias de ternura, al rato nos levantamos y yo me quedé con algunas ideas acerca del sábado…
     Salí en el carro y asumí la intención de disfrutar el rato como un paseo, cuando estaba caminando por la avenida, me llamó Rafael, y nos fuimos en su camioneta a dar una vuelta por el pueblo, llegó hasta un taller mecánico en Modesto Freites, cuando salía del taller, recogió unos mangos, se subió a la camioneta y me entregó dos libros de literatura, que le había prestado…
     Mientras estuve en la camioneta esperando por Rafael, ojeé algunos artículos de Tal cual, y una expresión del diario, me hizo acordar de que mi mamá decía con frecuencia para asquearse o asombrarse de algo... ¡Hoy sábado..! Que coincide con las dos primeras letras con que inicio esta página… Y el veintiséis de marzo de mil novecientos setenta y seis, era sábado y ese mediodía nos casamos Ilva y yo en Valera, el prefecto y la secretaria se hicieron presentes en la casa de los padres, para formalizar y legalizar el acto, hacía un solazo de estío valerano, y Rafo el hermano dijo que nos estábamos casando con esa frescura, y yo dije que iba a llover, y cuando estábamos en mitad de la ceremonia, cayó una lloviznita muy menuda, y Rafo dijo… ¡Este carajo es brujo, está lloviznando..!
     Y hoy sábado están de cumpleaños Adelfo Antonio en San Cristóbal, y María Cecilia en Dublín, a quienes auguro tantos años más de vida y con salud, los quiero y canto a la vida en todas sus manifestaciones bajo soles o lunas…

sábado, 26 de enero de 2013


Rómulo Gallegos

     La primera edición de la novela Doña Bárbara fue publicada en Madrid, España, por la editorial Araluce en el año 1929: veinticinco años después, el Fondo de Cultura Económica publica una edición de esta novela, y le solicita a Rómulo Gallegos, que escriba un prólogo alusivo a la trama y a la forma de la obra, y al respecto dice el autor: …”fui yo quien tuvo que ir a los llanos de Apure, por primera vez, en abril de 1927… Gente cordial, entre ella un señor Rodríguez… ¿Ha oído usted hablar de…? Y nombró a un personaje de la vida real, un triste caso de la vida real. Un doctor en leyes que se internó en un hato de su propiedad y administrándolo bien llegó a convertirlo en uno de los más ricos de la región; mas, porque un mal día comenzó a aficionarse a la bebida –acaso uno de esos de lluvia continua, a los que el llanero designa “de cachimba, tapara y chinchorro“, o sea de entretener el ocio con el humo de la pipa y el trago de aguardiente, este en el rústico envase de la tapara bajo la meciente cama-, de tal modo se entregó, que ya no hubo allí hombre que para algo sirviese. No estaba mal como personaje dramático y le puse por nombre Lorenzo Barquero.
     Pero ya el señor Rodríguez me estaba haciendo otra presentación: -¿Ha oído hablar de doña..? Una mujer que era todo un hombre para jinetear caballos y enlazar cimarrones. Codiciosa, supersticiosa, sin grimas para quitarse de por delante a quien le estorbase y…
     -¿Y devoradora de hombres, no es cierto? Pregunté con la emoción de un hallazgo, pues habiendo mujer simbolizadora de aquella naturaleza bravía ya había novela. ¿Bella entonces, también como la llanura?
     Allí supe de María Nieves, “cabrestero” del Apure, cuyas turbias aguas pobladas de caimanes carniceros cruzaba a nado, con un chaparro en la diestra y una copla en los labios, por delante de la punta de ganado que hubiera que pasar de una a otra margen. Con todo y su nombre lo metí en mi libro.
     En el hato de La Candelaria de Arauca, conocí también a Antonio Torrealba, caporal de sabana de dicho fundo –que es el Antonio Sandoval de mi novela- y de su boca recogí preciosa documentación que utilicé tanto en Doña Bárbara como en Cantaclaro.
     Llano adentro, más allá del Arauca, encontré a Pajarote –así se le apodaba-, el de la mano entregadora de hombre leal al estrechar la que se le ofrecía, y a Carmelito, el desconfiado, a quien había que demostrarle, con ejecutorias visibles, que se tuviera en el pecho corazón de hombre bueno de a caballo y bueno de verdad. Franqueza y recelo, dos formas de una misma manera de ser llanero.
     A Juan Primito con sus rebullones, tonto y bueno, lo conocí en un pueblo de los Valles del Tuy. Y a los de contraria índole: Mujiquita y Pernalete, Balbino Paiba y el Brujeador, me los encontré en varios sitios de mi país, componiendo personificaciones de la tragedia venezolana.
     Pintura de un desgraciado tiempo de mi país, no podían faltar, sin embargo, en mi novela, Santos Luzardo y Marisela, de pura invención de novelista.
     Se ponía el sol, suntuosamente, sobre el ancho río, y sobre la sabana inmensa, campo desierto, alimentador de la arrogancia del hombre ya recogida en la copla llanera:
   
                                                    Sobre la tierra la palma,
                                                    sobre la palma los cielos;
                                                    sobre mi caballo yo
                                                    y sobre yo mi sombrero.”

     Rómulo Gallegos nació en Caracas (1884), inició su creación narrativa con algunos cuentos publicados en el libro Los aventureros (1913), continúa con La rebelión (1922), que años después reeditará con otros trabajos similares, hasta Cuentos venezolanos (1949), El último patriota (1957) y Sus mejores cuentos (1959)… En el escenario de la novelística publica El último Solar, más tarde le cambia el título a Reinaldo Solar, La trepadora (1925), Doña Bárbara (1929), Cantaclaro (1934), Canaima (1935), Pobre negro (1937), El forastero (1942), Sobre la misma tierra (1943), La brizna de paja en el viento (1952), luego de su muerte se publica Tierra bajo los pies (1971).
      El último Solar o Reinaldo Solar es la forma de narrar la trascendencia de la familia Solar, en la vida del último de sus descendientes… La trepadora, símil con el que desarrolla una trama novelesca entre las diferencia de clase emparejadas en el amor de dos personajes, la mujer adinerada y de clase alta y el hombre sin planes en la vida, dejándose llevar por los impulsos de su fuerza joven y de reconcomios consigo mismo y con los de su clase… Doña Bárbara, en donde va a confluir una serie de situaciones sociales, enmarcadas en el conflicto de barbarie-civilización… Cantaclaro es la epopeya al llano recio, asiento del hombre cantador, mujeriego y fantaseador, el personaje en prosa de Gallegos, en el verso de Alberto Arvelo Torrealba, y en la Cantata de Antonio Estévez, prosa, poesía y música para un contrapunteador sin par:.. En el primer capítulo de la novela Cantaclaro, nos presenta al personaje coplero en su arrogancia firme sobre la ilímite sabana:

                                                 “Desde el llano adentro vengo
                                                  tramoliando este cantar.
                                                  Cantaclaro me han llamado.
                                                  ¿Quién se atreve a replicar?”

     Canaima, el nombre del dios del mal, desarrollo dramático que encarna a un personaje que le lanza topos a todo, a la audacia, a la aventura, a los desafíos a muerte, y que al final de la obra se deja llevar por la magia y el encanto de la selva indomable y cautivadora… Pobre Negro, la interminable historia del negro sometido, usado y burlado en cada una de sus circunstancias, como esclavo, como soldado y como ciudadano, en los campos, en los cobijos de negradas, en la guerra y en la república… El forastero, voz para darle cabida al foráneo de otra región del país o al de algún otro país… Sobre la misma tierra, la guajira venezolana con sus prácticas, sus costumbres y sus prometedoras posibilidades de hacer la mejor venezolanidad… La brizna de paja en el viento, ambientada en los espacios universitarios cubanos… Tierra bajo los pies, signo de amplitud para dejar sentado que la tierra es una sola, la paisana y la extranjera, suficiente para afirmarse, hacerse y trascender con el estudio y el trabajo creador y fecundo. Gallegos señaló aspectos de hondura regional, nacional y latinoamericana, su hacer literario abrió nuevos caminos en los enfoques de la escritura de aquellos años de comienzos y mediados del siglo veinte, fue un orientador de creencias en la fuerza creadora de nosotros mismos, con nuestros aciertos y equivocaciones, y sobre todo para que nuestras equivocaciones sean para obtener aprendizajes de nacionalidad, de arraigo en lo rural y en lo citadino, para el republicano que anunciaba Simón Rodríguez, y para la certeza de niños, jóvenes, adultos, hombres y mujeres para emprender, lograr y afianzar valores buenos para ser y proyectar en individualidades y en colectivo; la escritura de Gallegos es amplia en los cuatro puntos cardinales de Venezuela y más allá de sus límites.