Rómulo Gallegos
La primera edición de la novela Doña Bárbara
fue publicada en Madrid, España, por la editorial Araluce en el año 1929:
veinticinco años después, el Fondo de Cultura Económica publica una edición de
esta novela, y le solicita a Rómulo Gallegos, que escriba un prólogo alusivo a
la trama y a la forma de la obra, y al respecto dice el autor: …”fui yo quien
tuvo que ir a los llanos de Apure, por primera vez, en abril de 1927… Gente
cordial, entre ella un señor Rodríguez… ¿Ha oído usted hablar de…? Y nombró a
un personaje de la vida real, un triste caso de la vida real. Un doctor en
leyes que se internó en un hato de su propiedad y administrándolo bien llegó a
convertirlo en uno de los más ricos de la región; mas, porque un mal día
comenzó a aficionarse a la bebida –acaso uno de esos de lluvia continua, a los
que el llanero designa “de cachimba, tapara y chinchorro“, o sea de entretener
el ocio con el humo de la pipa y el trago de aguardiente, este en el rústico
envase de la tapara bajo la meciente cama-, de tal modo se entregó, que ya no
hubo allí hombre que para algo sirviese. No estaba mal como personaje dramático
y le puse por nombre Lorenzo Barquero.
Pero ya el señor Rodríguez me estaba
haciendo otra presentación: -¿Ha oído hablar de doña..? Una mujer que era todo
un hombre para jinetear caballos y enlazar cimarrones. Codiciosa,
supersticiosa, sin grimas para quitarse de por delante a quien le estorbase y…
-¿Y devoradora de hombres, no es cierto?
Pregunté con la emoción de un hallazgo, pues habiendo mujer simbolizadora de
aquella naturaleza bravía ya había novela. ¿Bella entonces, también como la
llanura?
Allí supe de María Nieves, “cabrestero”
del Apure, cuyas turbias aguas pobladas de caimanes carniceros cruzaba a nado,
con un chaparro en la diestra y una copla en los labios, por delante de la
punta de ganado que hubiera que pasar de una a otra margen. Con todo y su
nombre lo metí en mi libro.
En el hato de La Candelaria de Arauca,
conocí también a Antonio Torrealba, caporal de sabana de dicho fundo –que es el
Antonio Sandoval de mi novela- y de su boca recogí preciosa documentación que
utilicé tanto en Doña Bárbara como en Cantaclaro.
Llano adentro, más allá del Arauca,
encontré a Pajarote –así se le apodaba-, el de la mano entregadora de hombre
leal al estrechar la que se le ofrecía, y a Carmelito, el desconfiado, a quien
había que demostrarle, con ejecutorias visibles, que se tuviera en el pecho
corazón de hombre bueno de a caballo y bueno de verdad. Franqueza y recelo, dos
formas de una misma manera de ser llanero.
A Juan Primito con sus rebullones, tonto y
bueno, lo conocí en un pueblo de los Valles del Tuy. Y a los de contraria
índole: Mujiquita y Pernalete, Balbino Paiba y el Brujeador, me los encontré en
varios sitios de mi país, componiendo personificaciones de la tragedia venezolana.
Pintura de un desgraciado tiempo de mi
país, no podían faltar, sin embargo, en mi novela, Santos Luzardo y Marisela,
de pura invención de novelista.
Se ponía el sol, suntuosamente, sobre el
ancho río, y sobre la sabana inmensa, campo desierto, alimentador de la
arrogancia del hombre ya recogida en la copla llanera:
Sobre la tierra la palma,
sobre la palma los cielos;
sobre mi caballo yo
y sobre yo mi sombrero.”
Rómulo Gallegos nació en Caracas (1884),
inició su creación narrativa con algunos cuentos publicados en el libro Los aventureros (1913), continúa con La rebelión (1922), que años después
reeditará con otros trabajos similares, hasta Cuentos venezolanos (1949), El
último patriota (1957) y Sus mejores
cuentos (1959)… En el escenario de la novelística publica El último Solar, más tarde le cambia el
título a Reinaldo Solar, La trepadora (1925), Doña Bárbara
(1929), Cantaclaro (1934), Canaima (1935), Pobre negro (1937), El
forastero (1942), Sobre la misma
tierra (1943), La brizna de paja en
el viento (1952), luego de su muerte se publica Tierra bajo los pies (1971).
El último Solar o Reinaldo Solar es la
forma de narrar la trascendencia de la familia Solar, en la vida del último de
sus descendientes… La trepadora,
símil con el que desarrolla una trama novelesca entre las diferencia de clase
emparejadas en el amor de dos personajes, la mujer adinerada y de clase alta y
el hombre sin planes en la vida, dejándose llevar por los impulsos de su fuerza
joven y de reconcomios consigo mismo y con los de su clase… Doña Bárbara, en donde va a confluir una
serie de situaciones sociales, enmarcadas en el conflicto de
barbarie-civilización… Cantaclaro es
la epopeya al llano recio, asiento del hombre cantador, mujeriego y
fantaseador, el personaje en prosa de Gallegos, en el verso de Alberto Arvelo
Torrealba, y en la Cantata
de Antonio Estévez, prosa, poesía y música para un contrapunteador sin par:.. En
el primer capítulo de la novela Cantaclaro, nos presenta al personaje coplero
en su arrogancia firme sobre la ilímite sabana:
“Desde el llano adentro vengo
tramoliando
este cantar.
Cantaclaro me han llamado.
¿Quién se
atreve a replicar?”
Canaima, el nombre del
dios del mal, desarrollo dramático que encarna a un personaje que le lanza
topos a todo, a la audacia, a la aventura, a los desafíos a muerte, y que al
final de la obra se deja llevar por la magia y el encanto de la selva indomable
y cautivadora… Pobre Negro, la
interminable historia del negro sometido, usado y burlado en cada una de sus
circunstancias, como esclavo, como soldado y como ciudadano, en los campos, en
los cobijos de negradas, en la guerra y en la república… El forastero, voz para darle cabida al foráneo de otra región del
país o al de algún otro país… Sobre la
misma tierra, la guajira venezolana con sus prácticas, sus costumbres y sus
prometedoras posibilidades de hacer la mejor venezolanidad… La brizna de paja en el viento,
ambientada en los espacios universitarios cubanos… Tierra bajo los pies, signo de amplitud para dejar sentado que la
tierra es una sola, la paisana y la extranjera, suficiente para afirmarse,
hacerse y trascender con el estudio y el trabajo creador y fecundo. Gallegos
señaló aspectos de hondura regional, nacional y latinoamericana, su hacer
literario abrió nuevos caminos en los enfoques de la escritura de aquellos años
de comienzos y mediados del siglo veinte, fue un orientador de creencias en la
fuerza creadora de nosotros mismos, con nuestros aciertos y equivocaciones, y
sobre todo para que nuestras equivocaciones sean para obtener aprendizajes de
nacionalidad, de arraigo en lo rural y en lo citadino, para el republicano que
anunciaba Simón Rodríguez, y para la certeza de niños, jóvenes, adultos,
hombres y mujeres para emprender, lograr y afianzar valores buenos para ser y
proyectar en individualidades y en colectivo; la escritura de Gallegos es
amplia en los cuatro puntos cardinales de Venezuela y más allá de sus límites.
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