A Omar Kheyyam y a la poesía
Son las ocho de la mañana de viernes, y de
la casa vecina me llega a los oídos el canto repetido del gallo, y me viene al
recuerdo el sin par poeta persa Omar Kheyyam y su obra poética Rubaiyat, de Kheyyam sabemos que nació
en Naishapur de Korassam, a mediados del siglo XI, y que los Rubaiyat o cuartetas fueron impresas por
vez primera en Calcuta en 1836, y de ellas quiero citar:
“¿Sabes tú por qué al alba el gallo,
con su canto
agudo, se lamenta? Porque vio en el espejo
de la clara mañana, que
había transcurrido
una noche en tu vida sin
que te dieras cuenta…”
Se hace pertinente decir que la poesía no
tiene nacionalidad, es como la música, libre y universal, el poeta toma el
motivo y lo embellece con el arte de la palabra encantada, y es así como
encontramos poesía en el color y olor de las flores, en el canto vigilante del
gallo agorero de tristezas o alegrías, el signo poético corre en los ríos
menudos o abundosos, porque el estro poético pareciera difícil, oscuro,
abstruso, y si nos detenemos en sus pausas, nos vamos a dar cuenta de que la
poesía nace de los entuertos y enredos o de las solturas y buenaventuras, y el
poeta en su enfoque subjetivo le da intimidad, vida, fuerza, sencillez y
movimiento… Así entonces la poesía brota de la mujer enamorada, y comienza a
andar sola en la mirada de ese amor que no se puede esconder, asimismo la
poesía se nutre de la teta nutricia, cuando la madre amamanta a su crío con
leche y ternura protectora, y es que la poesía llueve en las nubes de invierno,
quema en los soles de verano, y atempera en las brisas matutinas, vespertinas o
nocturnas… Hoy lanzo al viento este sencillo homenaje a Omar Kheyyam y a su
poesía vital y filosófica, que nos envía infinitos mensajes, para que venzamos
las durezas y flaquezas que nos da la vida con el impulso permanente de
optimismo sin tregua, y con Kheyyam traslado esta ofrenda a la poesía libre,
universal, sin nacionalidad limitante, y entonces cantemos con las copas
levantadas, no para embriagarnos en alcohol, sino para emborracharnos en los
momentos gratos y efímeros de nuestra vida cotidiana: en el encuentro con los
hijos y los padres, con los amigos, y con la comprensión amorosa por nosotros
mismos y por el resto de los seres humanos, alcemos nuestras copas por la paz,
y por la vida inmortal de la poesía en las flores, en los hombres y mujeres, en
los niños, y en las mariposas…
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