domingo, 26 de septiembre de 2021

 

Cuentos para entretener            11

A lo largo de mi cotidianidad son innumerables los momentos que he ido atesorando aquí, allá y en tantas partes, y asimismo he ido cincelando en mi memoria los gratos momentos y dejando en el olvido aquellos ingratos;  y a mi edad actual sigo persiguiendo las nubes que entretienen con sus distintas formas, dejo correr mis pensamientos y sentimientos con las aguas del río, persigo el vuelo de los cocuyos en las noches oscuras o las en la noches claras de luna, sigo con alegría persiguiendo y atrapando y soltando caballitos o libélulas en tardes serenas, me sigue embelesando el surgir y zambullir de las toninas, porque aun recuerdo cuando vivíamos a orilla del Apure, de mis tiempos solo, pescando sobre la curiara o sobre el plan de una chalana varada que habían abandonado frente a la casa; y es así cómo ahora recuerdo la mañana cuando bajé a pescar en la curiara amarrada a la orilla del río frente a la casa, lancé varias veces el guaral con anzuelo y carnada, había pasado un buen rato y solo había pescado un caribe pecho rojo, y como no ajiló más nada, agarré el caribe y lo metí completo en el anzuelo, lancé el guaral, lo amarré del banco de la curiara y me fui para la casa, cuando quizás había pasado más de una hora, fui a revisar el guaral, empecé a halar y halaba, sentí que no halaba ni pesaba, pensé que los caribes se habían comido la carnada, seguí halando hasta tener el guaral frente a la orilla de la curiara, miré algo que asomó fuera del agua y me asustó tanto que solté el guaral y salí en carrera hacia la casa, gritando, llamando a mi papá, llegué y le dije todo azorado que había ajilado algo muy grande y feo, bajó conmigo, haló el guaral, miró y dijo que eran dos rayas, eran muy grandes, como dos tortas de casabe, una estaba sobre la otra, mi papá: Están encastando... También recuerdo la tarde después del almuerzo, del bagre guisado que habíamos comido, aparté el cuero y me lo llevé con el guaral de pesca, me dirigí a la chalana abandonada frente a la casa, llegué y me ubiqué sobre el plan que todavía estaba sano y fuerte, agarré el cuero del bagre, lo amarré del guaral, lo empecé a hundir en el río, sentía que mordían los peces, cuando halaba el guaral, salían pegados del cuero varios caribes pecho rojo, los caribes caían saltando sobre el plan de la chalana y volvían a caer a las aguas del río, y en una de las haladas los miro saltando sobre el plan de la chalana, quise atajarlos y rápido metí la mano derecha, cuando uno de los caribes me mordió el dedo meñique de la mano derecha, de eso hace más de sesenta años, y todavía toco, siento y miro la cicatriz de esa mordida en mi dedo meñique...

                                                                         Adelfo Morillo   

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