Cuentos para
entretener 11
A lo largo de mi cotidianidad son innumerables los
momentos que he ido atesorando aquí, allá y en tantas partes, y asimismo he ido
cincelando en mi memoria los gratos momentos y dejando en el olvido aquellos
ingratos; y a mi edad actual sigo
persiguiendo las nubes que entretienen con sus distintas formas, dejo correr
mis pensamientos y sentimientos con las aguas del río, persigo el vuelo de los
cocuyos en las noches oscuras o las en la noches claras de luna, sigo con
alegría persiguiendo y atrapando y soltando caballitos o libélulas en tardes
serenas, me sigue embelesando el surgir y zambullir de las toninas, porque aun
recuerdo cuando vivíamos a orilla del Apure, de mis tiempos solo, pescando
sobre la curiara o sobre el plan de una chalana varada que habían abandonado
frente a la casa; y es así cómo ahora recuerdo la mañana cuando bajé a pescar
en la curiara amarrada a la orilla del río frente a la casa, lancé varias veces
el guaral con anzuelo y carnada, había pasado un buen rato y solo había pescado
un caribe pecho rojo, y como no ajiló más nada, agarré el caribe y lo metí
completo en el anzuelo, lancé el guaral, lo amarré del banco de la curiara y me
fui para la casa, cuando quizás había pasado más de una hora, fui a revisar el
guaral, empecé a halar y halaba, sentí que no halaba ni pesaba, pensé que los
caribes se habían comido la carnada, seguí halando hasta tener el guaral frente
a la orilla de la curiara, miré algo que asomó fuera del agua y me asustó tanto
que solté el guaral y salí en carrera hacia la casa, gritando, llamando a mi papá,
llegué y le dije todo azorado que había ajilado algo muy grande y feo, bajó
conmigo, haló el guaral, miró y dijo que eran dos rayas, eran muy grandes, como
dos tortas de casabe, una estaba sobre la otra, mi papá: Están encastando... También
recuerdo la tarde después del almuerzo, del bagre guisado que habíamos comido,
aparté el cuero y me lo llevé con el guaral de pesca, me dirigí a la chalana
abandonada frente a la casa, llegué y me ubiqué sobre el plan que todavía
estaba sano y fuerte, agarré el cuero del bagre, lo amarré del guaral, lo
empecé a hundir en el río, sentía que mordían los peces, cuando halaba el
guaral, salían pegados del cuero varios caribes pecho rojo, los caribes caían
saltando sobre el plan de la chalana y volvían a caer a las aguas del río, y en
una de las haladas los miro saltando sobre el plan de la chalana, quise
atajarlos y rápido metí la mano derecha, cuando uno de los caribes me mordió el
dedo meñique de la mano derecha, de eso hace más de sesenta años, y todavía
toco, siento y miro la cicatriz de esa mordida en mi dedo meñique...
Adelfo
Morillo
Exelente relato
ResponderEliminar