viernes, 24 de septiembre de 2021

 

Cuentos para entretener            10

Cuando tenía siete años de edad, mi papá Tomás y mi mamá Catalina pensaron que ya era tiempo de que yo aprendiera a leer y a escribir, y una buena mañana, mi papá me dijo que íbamos a salir para el centro de San Fernando, salimos y nos dirigimos hacia la Papelería y Librería donde él compraba el pregonero, y preguntó por el libro Mantilla, creo que pagó un bolívar por el ejemplar de tapa dura, con ilustraciones en blanco y negro; con tal libro mi mamá quiso que yo aprendiera el alfabeto o abecedario, y cuando lo aprendí, comenzó ella a enseñarme a leer con el método del deletreo, que consistía en nombrar cada letra y luego pronunciar cada sílaba de la palabra, y uniendo las sílabas, se debía leer el significado de la palabra, y recuerdo que ella elegía una palabra como casa, por ejemplo, y yo decía c (ce) a (a) ca, s (ese) a (a) sa: y yo hasta ahí llegaba, y mi mamá me preguntaba ¿qué dice?, y yo no sabía unir los dos sonidos, y ella insistía, pero si lo dices clarito, y así no sé con cuántas palabras y no sé por cuántos días..., en resumen no aprendí a leer con tal método; y cuando andaba con mi papá a pie o navegábamos, no por internet, sino en la curiara, él acompañaba nuestras andanzas con su conversación salpicada de cuentos, leyendas, moralejas, recuerdo que me contaba de un hijo amoroso con la madre, y un día la madre enfermó y pasaban los días y la madre seguía en cama, y el niño pensando que la madre podía morir, una mañana fue al jardín y tomó una rosa perfumada y se la llevó a la madre en su lecho, y la madre ante ese gesto de atención amorosa, a partir de ese momento comenzó a restablecerse...; y mi papá destacaba de cómo es de admirar a los hijos que son amorosos con los padres y sobre con la madre...; otro cuento que mi papá me refería era del leñador, que una mañana hachando a la orilla del río, se le soltó el hacha que fue a dar a las aguas del río, y el leñador se quejaba de su mala suerte...; cuando de pronto sale el encanto de las aguas y le pregunta ¿por qué se lamentaba..?, y el leñador le responde que se le cayó el hacha al río, su herramienta de trabajo con que sustenta a su familia..., el encanto se sumerge y regresa con una hacha de oro y le pregunta: ¿esta es tu hacha...?, y él responde: No, esa no es mi hacha...; el encanto vuelve a sumergirse y emerge con una hacha de plata y le pregunta: ¿esta es tu hacha..?, y de nuevo le responde: No, esa tampoco es mi hacha...; por tercera vez el encanto zambulle y regresa con el hacha bastante usada y le pregunta: ¿esta es tu hacha..?, y el hasta entonces afligido leñador, ahora responde con emoción: ¡Sí, esa es mi hacha..! Y el encanto vuelve a sumergirse y regresa con las hachas de oro y de plata y también se las concede al leñador, como premio por su honradez... Debió pasar cierto tiempo, cuando yo tenía más de treinta años de edad y en un viaje que hice a Caracas, me consigo con la sorpresa, de que en uno de los tantos sitios de venta de libros usados, ahí estaba el libro Mantilla, lo compré, y me consigo con otra sorpresa, los dos cuentos que arriba escribo forman parte de las varias lecturas que contiene el legendario libro Mantilla, de tapa dura que se empleaba en primer grado, para aprender a leer y a escribir...

                                                                                       Adelfo Morillo

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