Cuentos para
entretener 7
Milagros Socorro en el Prólogo del libro de Historia,
crónica, leyenda, Vívido Sur..., escrito por Julieta Salas de Carbonell,
editado en 2.015 por la Fundación Julio C. Salas, en la página 10, leemos: Como
es habitual en los pueblos, más en los que carecen de luz eléctrica, la
narrativa enrumbó por los predios de fantasmas, aparecidos y de la estelar
Llorona... En aquellos momentos inolvidables, allá en El Picacho, en las noches
nos reuníamos alrededor del montón de bosta de ganado, a la que se le pegaba
candela, para espantar los zancudos, y mi papá Tomás aprovechaba para contar de
sus tantas correrías a pie o embarcado por distintos lugares en afanes de
trabajos o en gustos de parrandas con arpa, cuatro, maracas y cantadores,
también él contaba de las luces que en algunas partes solitarias aparecían, que
según la gente son ánimas en pena, que dejaron entierros en esos sitios:
tinajas o botijas llenas de morocotas, que son monedas grandes en oro cochano
macizo, y contaba que eso es mentira de que los muertos salen, porque él se iba
solo a dormir en esos sitios solitarios, donde aparecía la luz y nunca se le
apareció ninguna alma en pena; y esos eran los momentos, cuando yo recogía las
piernas y las colocaba sobre la silla o taburete donde yo estaba sentado, y
cuando ya estaba acostado en el chinchorro con mosquitero, para evitar los
zancudos, ahí me costaba dormir, me arropaba con la sábana, sin dejar ningún
resquicio del cuerpo sin arropar, porque pensaba que justo ahí me iba a tocar
el ánima en pena del muerto o de la muerta, y apretaba los ojos, porque si los
abría ahí frente a mí iba a estar el aparecido o aparecido con sus ojos bien
pelados, con sonrisa siniestra y con brazos y manos en los puros huesos, para
agarrarme con dedos fríos como hielo... Pasó bastante tiempo, cuando llegué a
adulto, para que yo venciera el miedo que le tenía a los muertos, y eso fue
gracias a que empezó a valer más en mí la fuerza de la razón que los terrores
de las creencias que aun siguen existiendo en las gentes de nuestros pueblos,
campos, caseríos y vecindarios: ánimas
en pena, el carretón sin conductor, Sayona, Llorona, la bola de fuego, Silbón,
el jinete sin cabeza...
Adelfo Morillo
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