martes, 21 de septiembre de 2021

 

Cuentos para entretener            7

Milagros Socorro en el Prólogo del libro de Historia, crónica, leyenda, Vívido Sur..., escrito por Julieta Salas de Carbonell, editado en 2.015 por la Fundación Julio C. Salas, en la página 10, leemos: Como es habitual en los pueblos, más en los que carecen de luz eléctrica, la narrativa enrumbó por los predios de fantasmas, aparecidos y de la estelar Llorona... En aquellos momentos inolvidables, allá en El Picacho, en las noches nos reuníamos alrededor del montón de bosta de ganado, a la que se le pegaba candela, para espantar los zancudos, y mi papá Tomás aprovechaba para contar de sus tantas correrías a pie o embarcado por distintos lugares en afanes de trabajos o en gustos de parrandas con arpa, cuatro, maracas y cantadores, también él contaba de las luces que en algunas partes solitarias aparecían, que según la gente son ánimas en pena, que dejaron entierros en esos sitios: tinajas o botijas llenas de morocotas, que son monedas grandes en oro cochano macizo, y contaba que eso es mentira de que los muertos salen, porque él se iba solo a dormir en esos sitios solitarios, donde aparecía la luz y nunca se le apareció ninguna alma en pena; y esos eran los momentos, cuando yo recogía las piernas y las colocaba sobre la silla o taburete donde yo estaba sentado, y cuando ya estaba acostado en el chinchorro con mosquitero, para evitar los zancudos, ahí me costaba dormir, me arropaba con la sábana, sin dejar ningún resquicio del cuerpo sin arropar, porque pensaba que justo ahí me iba a tocar el ánima en pena del muerto o de la muerta, y apretaba los ojos, porque si los abría ahí frente a mí iba a estar el aparecido o aparecido con sus ojos bien pelados, con sonrisa siniestra y con brazos y manos en los puros huesos, para agarrarme con dedos fríos como hielo... Pasó bastante tiempo, cuando llegué a adulto, para que yo venciera el miedo que le tenía a los muertos, y eso fue gracias a que empezó a valer más en mí la fuerza de la razón que los terrores de las creencias que aun siguen existiendo en las gentes de nuestros pueblos, campos,  caseríos y vecindarios: ánimas en pena, el carretón sin conductor, Sayona, Llorona, la bola de fuego, Silbón, el jinete sin cabeza...

                                                                                       Adelfo Morillo

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