sábado, 18 de septiembre de 2021

 

Cuentos para entretener            4

Fueron tantos momentos los que pasé en El Picacho, allá en San Fernando de Apure, a orilla del río, hasta 1.960 cuando nos mudamos para mi pueblo natal, Villa de Todos los Santos... Ahí en ese pedazo de suelo apureño, en casa, jugaba, me entretenía, miraba y escuchaba distintas cosas, allá cerca de casa más arriba del río, llegaban y atracaban canoas y bongos cargados de plátanos o de jojotos y los canoeros y bongueros gritaban los precios de esos productos y competían ofreciendo precios más baratos que los otros; también llegaban chalanas, estas eran embarcaciones grandes que cargaban reses, algodón, patillas, tortugas, víveres o solo querosén, la mayoría de tales chalanas tenían camarote y espacio para la cocina, esas chalanas eran hechas de madera, podían cargar hasta 100 reses; ahora cuando voy a San Fernando ya no veo esas chalanas, porque no las hacen; ahora sobre todo suben y bajan por el río bongos cargados de arena que han paleado del fondo del río... Aparte de pasar los días jugando, entreteniéndome con tantas cosas que miraba y escucha, también era el muchacho de los mandados, me gustaba ir a las pulperías y bodegas, porque los dueños que atendían detrás del mostrador, después de hacer la compra me daban la ñapa: cambures, pedazos de queso, caramelos, catalinas; cerca de la casa también estaba un botiquín, El manguito..., local donde había una rockola y vendían cerveza, a veces, mi prima hermana Aleida me daba 1 bolívar y me anotaba en un papelito las canciones, para que el botiquinero las marcara, y hasta nuestra casa llegaba aquellas música y letra de las ansiadas canciones, no recuerdo si eran de música llanera o de rancheras mexicanas... Otras veces me llegaba hasta la curiara de mi papá, la que él dejaba amarrada abajo en la orilla del río frente a la casa, me iba con guaral con su anzuelo y con alguna carnada, lanzaba el guaral y me sentaba en el banco de la curiara a esperar a que algo ajilara, casi siempre sacaba blancos pobres, que llevaba y se los daba a mi mamá, para que los preparara y luego comerlos fritos; cierta vez agarré el blanco pobre que terminaba de pescar y todavía vivo lo coloqué en el anzuelo y lo lancé a varios metros, me senté y al poco rato el guaral se tensó, corría entre y sobre el agua como un celaje, el pez que había mordido debió ser grande, porque del barajuste tan rápido dio un templón que el guaral tensó, sonó muy fuerte y reventó..., me quedé mirando con los ojos claros y sin vista ante mi asombro...

                                                                                       Adelfo Morillo

No hay comentarios:

Publicar un comentario