El castellano, idioma milenario
En la mañana del veintinueve de
diciembre estaba regando la parte este del patio, me encontraba disfrutando de
los perfumes de mastranto, albahaca, cariaquitos y toronjil, y terminaba de
masticar dos hojitas tiernas de una mata de noni, cuando llega un mensaje al
celular, que cargaba en el bolsillo derecho del short, leo y es un saludo con
un pedimento de Euclides de Chaguaramas; y esto me llevó a pensar, mientras
seguía regando las matas ahora por el lado norte del patio.
Sucede que yo estudié Letras, Mención
Lenguas y Literaturas Clásicas, por los años setenta en Mérida, en la Escuela
de Letras de La Universidad de Los Andes,
Especialidad de Pregrado en que se cursa cinco semestres de Griego Antiguo, leyendo
y traduciendo obras de autores griegos en dicha lengua; y asimismo se cursa
cinco semestres de Latín Clásico, también leyendo y traduciendo obras de
autores latinos; y para ello contamos con excelentes profesores, Ovidio López
Lobo, Guillermo Thiele, María Esther Paglialunga, José Manuel Briceño Guerrero
que dominaban con probadas competencias dichas lenguas; y para estas líneas voy
a nombrar a uno de tales profesores, a Miguel Marciales, a quien escuché en un
programa radial en una emisora de Mérida, y en ese diálogo con el periodista
trataba acerca del origen del castellano, el título del programa era El castellano visto a través de sus grandes
obras…, y decía Miguel Marciales
El
castellano es una lengua ya milenaria, aceptando pues lo que se ha dicho de que
empezó lo que se considera como castellano en las glosas que aparecen en el
siglo IX.
Desde
el siglo IX hasta acá han pasado un poco más mil años.
Empezó
siendo una lengua de un pequeño rincón de España. Se fue difundiendo por toda
la Península y tuvo un período que propiamente pudo llamarse castellano.
Después tuvo otro período que es más apropiado llamarlo español, y hoy en día
es una lengua mundial. Una de las tres ocuatro grandes lenguas mundiales. En la
actualidad el castellano es más una lengua americana que europea, puesto que es
una lengua de una inmensa multitud de hablantes de la América del Norte, del
Centro y del Sur. Y los hablantes del lado europeo constituyen hoy, pues, la
minoría, sin que esto signifique ningún juicio de valor sobre las aportaciones
que ellos pueden dar a la lengua común.
Pero
hoy es un hecho cierto que el castellano o el español mundial, tiene sus ejes
no exactamente en Madrid, o en Burgos, sino en las grandes ciudades y el Boom
de la reciente novela hispanoamericana, no es sino una consecuencia histórica
de ese hecho fundamental que es la difusión mundial del castellano.
El
concepto de milenario, o de milenio, si lo tomamos a partir de una determinada
fecha, es un concepto arbitrario, porque la lengua es una corriente, es un
continuo que fluye, y es muy difícil establecer un límite y decir desde aquí
empieza siendo castellano y llega hasta acá, o hasta aquí llegó siendo latín y
de aquí en adelante ya es otra cosa. No. Eso sería totalmente arbitrario, pero
en la lengua castellana y naturalmente en las otras lenguas hermanas, las otras
lenguas romances, hay un inmenso espacio a partir del momento en que el viejo
latín se hizo prácticamente ininteligible. Es un momento que podemos situarlo
poco más o menos en el año 600 de nuestra era, hasta el momento en que aparecen
los primeros monumentos escritos, es decir aquellos primeros textos, cuyos
restos nos quedan, y que podemos ya considerarlos como castellano.
Ese momento, en el castellano, lo tenemos en las Glosas Emilianenses y en las Glosas Silenses. Los nombres estos son un poco raros, y la
gente piensa que deben ser algo complicado y terrible, pero se llaman Emilianenses simplemente porque fueron escritas en el
Monasterio de San Milán, que es un monasterio que queda en España, en Castilla
la Vieja, y el manuscrito donde están recogidas esas Glosas es el Nº 60, que está actualmente en la
Biblioteca de la Academia de la Historia de Madrid. Cualquier persona puede ir
a esa institución y ver el manuscrito. Es un manuscrito que contiene un texto
en latín, y el monje que lo estudió, y lo estuvo usando, no entendió una gran
cantidad de aquellas expresiones latinas. Entonces a algunas de ellas les
escribió la traducción en castellano, entre líneas. Eso es lo que podemos
llamar ya castellano, muy antiguo. Otras notas las colocó en el margen, o a un
lado, señalando con una marca el sitio donde debía ir la palabra. Estas
anotaciones son eso que llamamos glosas.
Por
ejemplo, uno está leyendo un libro, una novela y de pronto no entiende una
palabra, entonces echa mano a un diccionario, ve lo que esa palabra significa y
para que no le cause problema más adelante, le pone al margen la significación.
Cosa muy sencilla.
Otro ejemplo: lee uno una obra de Gallegos y se encuentra aricas. Una persona que no sabe qué es, busca en
un diccionario de venezolanismos y ve que son unas abejas que producen una miel
determinada y entonces lo anota allí, al lado abejas de miel… Esto es lo que se llama una glosa.
De tal manera que la tal denominación, tan tremenda, Glosas Emilianenses, lo que designa son los apuntes de un monje que no era muy experto en
latín y que ponía las palabras en castellano para poder entender el texto que
iba estudiando. Ahora, sucede que esa glosas, según los entendidos en la
materia, como paleógrafos que han estudiado el manuscrito, son aproximadamente
del año 970. O poco más o menos del año 980.
Esa
fecha que ha sido establecida por los paleógrafos es lo que nos ha permitido
celebrar lo que se ha llamado el milenario de
la lengua.
Si
aquellas glosas datan poco más o menos de entre el 970 y el 980, se habría
escogido un año arbitrario para el milenario, y los periódicos lo han fijado en
¿1978? No sé exactamente por qué, ya que esa ha sido una determinación, más o
menos, arbitraria, de acuerdo con los intereses de las distintas celebraciones
que se hayan podido hacer en España, y aun en la América española. De todos
modos, aquella es la fecha que se ha considerado como del nacimiento de la
lengua. Es decir, refiere cuándo hay ya textos que nos permiten decir esto
ya está escrito en castellano.
Indudablemente
que puso las glosas ya en una lengua, para entenderse con los otros monjes, o
en su casa con su familia, o con la gente del pueblo, muy cercana a la que
hablamos hoy en día. Muchas de las palabras que figuran en las glosas son las
mismas que usamos ahora, diariamente. De tal manera pues, que esas glosas en
las fechas esas que ponen los paleógrafos -970 a 980- indican que ya el
castellano estaba funcionando.
Como buena nota memoriosa por Miguel Marciales, cuento con el folleto El castellano,
idioma milenario, escrito por Miguel Marciales, editado por la Universidad de Los Andes, Decanato de la Facultad de
Humanidades y Educación, Instituto de Investigaciones Literarias Gonzalo Picón Febres, Consejo de
Publicaciones, Mérida; y fue impreso en los Talleres Xacta Gráfica, Mérida,
Venezuela, diciembre, 1982.
Adelfo Morillo
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