miércoles, 4 de noviembre de 2015

Tras de una vida sencilla 50


Tras de una vida sencilla                 50

       La mañana del primer martes de noviembre, todavía no eran las ocho, cuando llegó a buscarnos el colega y compañero de labores docentes, desde hace más de veintisiete años, Jairo Rivero, íbamos para estar a tiempo a la Charla acerca de La llaneridad que yo iba a pronunciar con motivo del Vigésimosegundo Aniversario del Área de Ciencias de la Educación, de la Universidad Rómulo Gallegos, en la Villa de Todos los Santos…
       Cuando charlamos, conversamos, y estamos reunidos los hilos de los discursos están entretejidos de remembranzas, una de estas nos lleva a recordar al epónimo de la Institución, al venezolano y mundialmente reconocido escritor Rómulo Gallegos, y en esta ocasión vamos a considerar las novelas Doña Bárbara y Cantaclaro, que cantan y realzan amplios aspectos de la llaneridad… Otra remembranza está referida a los veintidós años ya transcurridos en la formación de profesionales para desempeñarse de Licenciados en Educación Integral y de Licenciados en Educación, Mención Computación…
       La tercera remembranza la conforma el libro Los llaneros, publicado por el Fondo Editorial Ipasme, y me la encuentro en la primera página, donde su autor escribe

       Para Adelfo Morillo, maestro del lenguaje y de la camaradería, con un abrazo, firma autógrafa de Adolfo Rodríguez, Calabozo, 14-9-13…
   
       Y para hablar de la llaneridad, primero debemos ubicarla en su asentamiento geográfico, y nada mejor que tomar las líneas, que para tal caso entresacamos de las páginas 29 y 30 del libro Los llaneros, al que ya hicimos alusión

       …los llanos de Colombia y de Venezuela forman parte de la región fisiográfica conocida como Orinoquia. Un espacio de 800.000 kilómetros cuadrados, de los cuales un 30 % corresponde al primero y un 70 % al segundo de dichos países. 254.355 km. cuadrados en Colombia y 625.665 km. cuadrados en Venezuela… La Depresión Central Llanera de la Orinoquia, planicie sedimentaria aluvial, al norte de la América del Sur, cubierta casi toda por vegetación de sabana

       Y la mayor parte de estos llanos venezolanos los ubicamos en los estados Barinas, Portuguesa, Cojedes, Apure y Guárico; y los distintos asentamientos humanos a los que les damos el nombre de llaneros son los que van a dar fisonomía a vivencias, costumbres, formas de ser en el habla colectiva y particular de sus gentes, a esa manera de asumir los rigores de los trabajos de llano, a la vivienda denominada casa, caney, rancho y hasta casa en piernas, a la gastronomía bajo techo o en llano abierto, a sus tristezas y alegrías, a sus amores y desamores, y siempre salpicados de algo o bastante de la esencia cimarrona de llanero, por que se sienten libres, y por eso andan y desandan caminos y gustos, olores y calores, en lo que quizás podemos decir que es su forma de ofrendar su ternura bravía de perennes querencias…
       Otra remembranza es la de los primeros años sesenta, cuando se grababa discos long play o de larga duración, y la música llanera no fue la excepción, recuerdo la grabación que escuché de la leyenda Florentino y el Diablo recopilada por Alberto Arvelo Torrealba, en la carátula del long play aparecían las fotos de los dos contrapunteadores, José Romero Bello que hace de Florentino, y Juan de los Santos Contreras, más conocido como Carrao de Palmarito o Clarín de la llanura, que hace de Diablo, y en el arpa el maestro Jose Joseíto Romero Morillo, y toda la cara A del disco se iba en la conversación de dos llaneros, y en que finalmente el llanero Venancio conversa el Reto y la Porfía, hasta cuando arranca el desafío del contrapunteo entre los dos singulares y afamados copleros…

       La conversación comienza

       ¡Ah, mandilata de aguacero la que está cayendo…; y ah, noche más oscura, se parece a la noche, cuando Florentino cantó con el Diablo..!
       ¡Ah, compay Venancio, échenos el cuento ese del Reto, de cuando Florentino cantó con el Diablo..!
       ¡Guá, sí, cómo no, pero me dan una mascaíta y me prestan el cuatro… Esto pasó jace mucho tiempo…, de cuando se jallaban copleros buenos de verdá, porái por esos llanos..       
                                                  El coplero Florentino
                                                  por el ancho terraplén,
                                                  caminos del desamparo
                                                  desanda a golpe de seis…

       El primer capítulo de la novela Cantaclaro, escrita por Rómulo Gallegos, tiene por título La copla errante…, y ahí el autor nos habla de los Cantaclaros que pueblan la llanura, y de las coplas que andan errantes por las sabanas, y de cuando se oye una buena copla, se dice Esa es de Cantaclaro; una de las muestras de llaneridad es la música de arpa, cuatro y maracas, y son innumerables los copleros conocidos, reconocidos y los que solo cantan y sus nombres se quedan dispersos en la sabana; de entre los conocidos y reconocidos cantantes o copleros, podemos mencionar al Tigre de Payara, Juan Francisco Montoya; Jesús Moreno; José Romero Bello, Juan de los Santos Contreras, Carrao de Palmarito; Ángel Custodio Loyola; Pedro Emilio Sanchez; Reinaldo Armas, Dámaso Figueredo, Jorge Guerrero; de entre los arpistas José Ignacio Indio Figueredo, José Joseíto Romero Morillo, Alfredo Tenepe Morillo, Eudes Álvarez; y en la letra de estas coplas y en la voz de los cantadores escuchamos esa manera propia de hablar de la gente de llano, grey, rebaño, pulpa, macagua, bejuco, palma, verano, sequía, jagüey, tataratea, estribo, candela, candelazo, parapara, candil, chipola, ranchería, bongo, canoa, barrial, barrizal, íngrimo, solo, bravura, luceros, cacho de beber, fogón, topias…
       En el mundo de la gastronomía se conoce el paloapique, casabe, naiboa, pisillo de chigüire, hallacas, arroz aguado, cachapas, jojotos sancochados y asados, carne asada en asadores de puyas en fogones de leña, arroz con leche, dulce de leche, pan de horno, jalea de mango maduro o verde, arepas de maíz pilado, cocidas en budares de barro, buñuelos de yuca y queso con miel…
       En la novela Doña Bárbara, escrita por Rómulo Gallegos, el personaje central es la llanura, bárbara, cruel, devoradora de hombres por los trabajos inclementes de la sabana, y en ese vasto espacio se desarrolla toda una serie de vivencias por los personajes reales y ficticios, donde nos encontramos con la franqueza y la desconfianza juntas en la gente de llano, sus creencias, supersticiones, bravuras, arrojos de estos habitantes de impulsos y de audacias temerarias…
       Y en el mundo real de estos inmensos espacios de tierra, seguimos conviviendo con remembranzas de cosas idas, y de antiguas maneras que siguen persistiendo en presente, así vemos las domas, arreos de ganados que si bien nos encontramos con el llanero a caballo, ya no nos sorprende el arreador en motocicleta o en bicicleta; son tantos los signos de llaneridad que nos acompañan a los que vivimos y convivimos en estos pueblos, caseríos, campos y sabanas; y el más pegadizo de entre tantos signos de llaneridad sigue siendo la forma de enamoramiento de los llaneros y de las llaneras, porque sabemos encontrar las mieles de amor y de ternura en las cosas más sencillas, en los ojos de la laguna, en los guiños de los relámpagos, en el pasitrote de los caballos, de las yeguas y del ganado, en las corvas redondas de las catiras o de las morenas, en las mieles de las colmenas y del matajey, y en las más dulces miradas de la mujer que enamoramos y que nos enamora…  

Adelfo Morillo



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