Tras de una
vida sencilla 20
Mientras dura la luz del
día nos estamos ocupados en distintas cosas, no tenemos el sosiego para
reflexionar con nosotros mismos, mas cuando declina el sol y llega la noche,
poco antes de acostarnos a dormir podemos apartar un momento para ocuparnos de
nuestro espíritu, y ahí a solas escuchamos nuestra voz interior, que nos dice
cuán imperfectos somos, y nos da sosiego para seguir y para no cejar en la idea
de ser mejores personas cada día, también nos habla de que en el mundo hay
sufrimiento y dolor, y es ahí en ese momento, cuando hurgamos en el amor que
nos aclara y vence nuestros titubeos, y con nuevas fuerzas y con fe podemos
elevar una oración serena y sencila por el bien de nosotros mismos y de todos
nuestros semejantes, y luego ya podemos tendernos a dormir.
Dios nos habla en la
presencia cotidiana de los pobres, de los más necesitados, todos tenemos
derecho al pan de cada día y a toda palabra que nos viene de Él; nada hacemos
atesorando capitales materiales, el dinero en abundancia nos pierde; Dios nos
habla en los capitales de espíritu, en la luz del sol que nos da cada forma de
vida, en el canto maravilloso de los pájaros, en el ciclo del agua que sube y
baja y corre en los riachuelos, y así entendemos que la vida es una rutina o
una repetición de sucesos, y entonces no podemos cansarnos de hablar las buenas
palabras llenas de amor y de fe; la maldad existe, mas tengamos fe y roguemos,
porque a esa gente que anda en la maldad, de una en una les podamos hacer
llegar la luz de Dios, y cambien y empiecen a vivir el mundo del amor, de la
bondad y de la belleza, que es como un cielo de cocuyos y luceros…
Adelfo Morillo
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