martes, 11 de marzo de 2014

En El Picacho 9



En El Picacho                         9

     Una tarde miré a mi papá preparando cosas de viaje y revisando la curiara, y en la mañana tempranito me despertó, todavía no había clareado el día, él ya había llevado las cosas hasta la curiara, cuando salimos del frente de la casa, me dijo que íbamos para Medanito, el fundo de Pedro Venero, marido de Ana Olivares de Mendoza, sobrina y ahijada de mi mamá, en algún momento de la travesía dejamos el Apure y nos adentramos por un caño de aguas limpias y caudalosas, recuerdo una parte donde se hacían remolinos y borbollones de agua, y tampoco olvido que mi papá miró una manirota en el suelo, a orillas del caño, arrimó la canoa al barranco y me mandó a que la agarrara, y ese olor fuerte y sabroso, y el color anaranjado encendido, me dijo que la manirota es muy caliente, que la pusiera en agua para que refrescara y comérnosla, y cuando la comimos, no sé decir a qué sabe, hay que mirarla, olerla y comerla, para disfrutar de una fruta sabrosa por demás…
     Llegamos a Medanito a media tarde, allá estaban Pedro Venero y dos de sus hijos, Pompilio y Hermelinda, nos recibieron con muestras de alegría, nos dieron para comer, y cuando empezó a oscurecer prendieron una fogata para alumbrarnos y le colocaban bosta de ganado, para espantar los zancudos, y alrededor de la fogata nos sentamos, mientras ellos hablaban de las cosas del fundo y del campo y contaban diversos cuentos, hasta de muertos y aparecidos, y yo no hallaba donde poner las piernas, y me acurrucaba, y al momento de irnos a acostar en los chinchorros, estos estaban cubiertos con mosquiteros, y yo dentro del chinchorro me arropaba hasta la cabeza, para no mirar al muerto, si llegaba, y para que no tuviera por donde tocarme…
     En la mañana nos despertaron antes de que amaneciera, y nos llevaron hasta el corral, ahí estaban ordeñando las vacas, echaban la leche en totumas, y le pasaron una a mi papá, la totuma rebosaba de espuma, y la bebimos en la totuma, se sentía tibiecita y tan sabrosa…
     En ese fundo caminando por campo abierto había una laguna y también se encontraba animales de caza, un día salimos con Pompilio, que llevaba una escopeta de esas que se taquean por el cañón, pero no cazamos nada, y cuando regresamos a la casa del fundo, Hermelinda estaba acostada en un chinchorro, era una muchacha como de catorce años, catira colorada, pelo amarillo, y mi mirada decía que me gustaba, y mi papá me preguntó, si me gustaba Hermelinda, y yo dije que sí, que estaba enamorado de ella y que me iba a casar con ella, Hermelinda me invitó para que me acostara con ella en el chinchorro, y yo lo hice, y nos mecíamos y nos decíamos cosas graciosas, que a ellos les daba risa…

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