lunes, 10 de marzo de 2014

En El Picacho 8



En El Picacho                     8

     Un día después del almuerzo me fui hasta la canoa, el río había bajado bastante su caudal, yo llevaba los aperos de pesca, y le coloqué al anzuelo de carnada un pedazo de blanco pobre que terminaba de pescar, lancé el guaral lejos y me estuve esperando, pensaba en mi papá y en mi mamá, pensaba en lo que yo sería, cuando fuera grande, pensaba en las muchachas bonitas que estudiaban en el kindergarten, donde yo también estaba estudiando, y sé que pasó bastante tiempo y no ajilaba, me cansé y me fui a la casa, allá me estuve montando sobre un palo de escoba, que para mí era un caballo muy veloz y hasta volaba sobre el mágico caballo, y me acordé del guaral que había dejado amarrado de la canoa, me llegué hasta allá y empecé a halar y lo sentía pesado, y estuve halando hasta cuando salió a la superficie, frente a la borda de la canoa una raya muy grande, la vi y del susto solté el guaral y subí corriendo el barranco, para llegar gritando a la casa y decirle a mi papá que había pescado algo muy grande y feo, mi papá bajó conmigo hasta la canoa, y cuando haló, miramos una raya sobre otra, y mi papá dijo Sí, son dos rayas que están encastando…, le sacó el anzuelo y se las dio a un vecino, este se las había pedido porque la grasa servía para remedio, y que él también las preparaba y era un manjar muy sabroso…
     Otro día almorzábamos bagre guisado, yo me comí la carne y aparté el cuero, y después de almorzar me fui con una cabuya y el pedazo de cuero del bagre hasta la chalana que estaba encallada y abandonada frente a la casa, el río tenía menos de media caja de agua, y me ubiqué sobre la cubierta de la chalana, amarré con la cabuya el pedazo de cuero como carnada, y la lancé al río y halé fuerte y venían varios caribes pegados del cuero, cayeron sobre la cubierta y saltando volvieron a caer al río, y volví a lanzar el pedazo de cuero amarrado con la cabuya, volví a halar fuerte y otra vez venían varios caribes pegados del cuero, cayeron saltando sobre la cubierta, y con la mano derecha quise retenerlos, para que no se fueran al agua, y uno de ellos me mordió el dedo meñique, sentí el pinchazo de los dientes, y volví a mirar como caían al río con sus colores plateados y rojos, y yo me fui hasta donde mi mamá, le conté lo que me pasó, me curó y con todos los años que han pasado, todavía conservo la cicatriz de esa mordida de caribe en el dedo meñique de mi mano derecha…

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