Caballos
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Seguimos leyendo líneas de Xavier Chiriboga Maya: En 1.814,
Camilo Torres, presidente del Congreso de Tunja, al saber que se acercaba
Bolívar, le envió un hermoso caballo de regalo, con lujosos arneses. En Arequipa,
en La Paz y en El Cuzco le hicieron iguales regalos y se habla de las soberbias
mulas que trajo de Bolivia, las mejores, según Bolívar, que han trasmontado los
Andes; pero, de entre todos los caballos del Libertador, el de más perdurable
recuerdo es el Palomo blanco; narra un cronista colombiano: A principios de
noviembre de 1.814 llegó Bolívar a Santa Rosa Viterbo. Iba a Tunja a dar cuenta
al Congreso de los sucesos desgraciados de la campaña de Venezuela. A las
desgracias de su patria se unía el rencor de sus amigos como José Félix Ribas y
José Francisco Bermúdez que lo persiguen hasta Carúpano para prenderlo, y al
llegar a Cartagena, el oficial neogranadino Manuel del Castillo difunde las más
negras injurias contra el honor de Bolívar, atribuyéndole la pérdida de
Venezuela. El Libertador entra a Santa Rosa, en una bestia cansada, y no hallando
medio de reemplazarla, tiene que esperar un día para que la mula repare sus
fuerzas, después de lo cual contrata a un peón para que le sirva de guía, y
sigue hasta Tunja. Durante el viaje, El Libertador traba conversación con su
guía:
— ¿Por qué no me alquilaste tu yegua?— le pregunta.
— Señor, porque podía abortar, y mi mujer ha soñado que
ese potro va a servir para un gran general, y sepa usted que a mi mujer nunca
le fallan los sueños. Cuando la señora Casilda lo dice, todo se cumple. En la
villa la llaman el Oráculo, aunque el cura la titula la Agorera.
Bolívar calla. Pocas horas después llega a la ciudad,
donde se le recibe con muestras de grande aprecio, de lo cual el guía queda
aturdido. Pero es mayor su sorpresa cuando el Libertador, al despedirlo, le
dice sonriendo:
—A Casilda, que me guarde el potro…
Adelfo Morillo
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