jueves, 22 de diciembre de 2016

Airene



Airene

En mi memoria permaneces, Airene,
sé que vives en el alma de tu mamá;
en mí andas en el color de las flores,
en las mejillas fragantes de la brisa,
en el vuelo matutino y vespertino de las aves;
te miro en las sonrisas de los niños,
en cómo Fabio extraña que no estés en sus recuerdos
y te encuentro en la luna de magia y silencios;
me duele,
no supe tenerte en tu tiempo presente;
cuando te recuerdo
en ese momento hay en mí un singular sinsabor;
sigo en la vida,
callo, observo, busco comprender;
acepto los signos duros de tu partida,
creo en que Dios me perdona;
amo, sonrío, canto, sueño,
me muerden dolores, me sobrepongo;
ahora desecho nostalgias,
me dulcifican tantas alegrías;
estoy entre las plantas, entre flores,
agarro, recojo, huelo, palpo,
miro y saboreo algunas frutas;
me gusta la miel de los mangos,
el dulciácido de las naranjas,
el amargor de los nonis,
el picante de los ajíes,
el fruncioso de los mereyes;
creo en la paz, en los milagros,
tengo fe en el amor
y en hombres y mujeres de buena voluntad;
confío en la vida, en mis hijos, en los niños;
si los adultos soñáramos como niños,
si fuéramos como niños,
si jugáramos como niños,
gozaríamos un mundo de cotufas,
jugaríamos en un tobogán de fantasías y sonrisas;
así permaneces, Airene,
en noche de Reyes,
en navidad de ángeles,
en perfumes de flores y capullos,
en silabeo de arroyos y de arrullos;
estás, Airene, en el alma de María, tu mamá,
en sus palabras, en su regazo
y sobre todo y más que todo en sus silencios.

                                                                      Adelfo Morillo


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