De niño a
abuelo
Ahora me dicen abuelo,
me veo en esa imagen,
pasa ante mis ojos como una película;
parece como si el tiempo fuera tan poco,
desde estos recuerdos a mis seis años,
cómo jugaba en el patio de la casa,
de una lata de sardina hacía un camión volteo,
allá a orillas del Apure, en El Picacho,
o cuando me ponía a pescar,
lanzaba el guaral anzuelo y carnada y esperaba,
mientras esperaba, pensaba, soñaba…
Las toninas con sus resoplidos me distraían y
alegraban,
las garzas me llevaban en sus vuelos,
otras pescaban, engullían las presas;
de pronto el guaral se deslizaba raudo sobre las
aguas,
a veces reventaba el guaral el pez amante de
libertad;
recuerdo las veces
de cuando amarraba con el guaral el pedazo de cuero
de bagre o dorado,
que mi papá había pescado,
mi mamá si lo guisaba,
después del almuerzo yo me comía la carne guisada
de pescado,
apartaba el pedazo de cuero
y al rato me iba hasta la cubierta de una chalana
abandonada en el río frente a la casa,
agarraba el pedazo de cuero,
lo amarraba con el guaral,
lo lanzaba al río
y con fuerza lo halaba de un tirón
y ahí pegados al pedazo de cuero venían varios
caribes,
halaba hasta el fondo de la cubierta de la chalana
y uno a uno caían saltando
y asimismo iban cayendo de nuevo al río,
y halaba una y otra vez
y una y otra vez los caribes volvían a las aguas
del río,
de aquellos tiempos de mis seis años,
cuántas cosas han pasado por mi vida,
hasta ahora cuando alguien me dice abuelo,
sonrío, miro dentro de mí,
en un celaje como si fuera una película;
no sé cuántas cosas gratas atesoro,
cuántos momentos sencillos, inolvidables;
claro que también existen los sufrimientos,
también tienen su propia esencia,
y así tejemos la vida con sustancia de fe y de
amor,
para que prevalezcan por sobre todo los gratos
momentos.
Adelfo Morillo
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