Auge y caída del café Eloi Yagüe Jarque
Hace
120 años Venezuela llegó a ser la primera potencia cafetalera mundial. La
historia del país se mezcla en buena parte con la historia de esta planta
aromática de origen etíope. El primer cafeto llegó a Venezuela, y sembrado por
misiones españolas asentadas en la cuenca del río Caroní en 1730, traído desde
Brasil, a donde había llegado a su vez desde Surinam o Cayena. Allí lo
recibieron, asimismo, de Martinica y Guadalupe.
En
Chacao, en las cercanías de la población de Caracas, se levantaron en 1784 las
primeras plantaciones cafetaleras en la hacienda Blandín, gracias al esfuerzo
de Bartolomé Blandín, o Blandaín. Más tarde esa experiencia fue secundada por
los presbíteros Sojo y Mohedano, en las haciendas de San Felipe Neri, y La
Floresta. La primera taza de café en el valle de Caracas fue tomada en 1786,
hace 230 años. El cultivo del café se extendió a los valles de Aragua a partir
de 1784, pasando luego a las provincias de Carabobo y Barcelona. En 1776 se
observaron cultivos en Cumaná y Río Caribe. Hacia 1780 el cultivo se difundió
en tierras andinas: en Mérida, donde a pesar de una temprana introducción,
probablemente antes de 1777, comenzaron a fundarse plantaciones después de la
guerra de independencia.
En
Táchira, Gervasio Rubio lo introdujo en 1794 a la hacienda La Yegüera, en las
inmediaciones de la población que más tarde, en 1885, sería llamada Rubio; en
Trujillo, probablemente introducido por Francisco de Labastida en 1801, y
siguiendo por los Andes tachirenses, el cafeto continuó su viaje hasta
Colombia, penetrando por Cúcuta y Salvador de las Palmas. Hacia 1809, según
José Domingo Rus en su descripción geográfica de la provincia de Maracaibo, en
Mérida abundaba el café, en Táchira se daba mucho, y en Truijillo ya había
algún café.
Poco a
poco el café fue desplazando al cacao como el principal rubro de exportación de
la economía venezolana que había reinado casi solitario en la escena económica
nacional entre la segunda mitad del siglo XVIII y la primera mitad del siglo
XIX, declina visiblemente en su predominio desde principios del XX.
Desde
inicios del siglo XIX el consumo mundial de café se había incrementado
rápidamente, especialmente en Estados Unidos, Alemania y Francia. Hacia 1830,
la sustitución del cacao por el café ya es un hecho. Así como Carúpano fue el
principal puerto de exportación de cacao en Venezuela, el puerto de Maracaibo
se convierte en la salida natural de las exportaciones cafetaleras de la región
andina y del departamento colombiano de Norte de Santander.
Hasta
1895 Venezuela ocupa el tercer lugar entre los mayores productores mundiales de
café, tras Brasil y las Antillas holandesas. Entonces, el país producía entre
6,5 y 6,7 por ciento de la producción mundial, y entre 15 y 16 por ciento del
total mundial de los cafés suaves. Al año siguiente, en 1896, Venezuela se
convirtió en el segundo productor mundial y en el primero entre los grandes
productores mundiales de cafés suaves.
Hasta
la I Guerra Mundial (1914-1918) subsistió la estructura económica heredada del
siglo XIX, con el predominio de un régimen de monocultivo agroproductor,
liderado por el café. Pero la situación, en el fondo, había cambiado: los
precios internacionales del café conocían una acentuada caída desde 1898 como
resultado de la sobreproducción brasileña, eliminando de la competencia en los
mercados internacionales a la producción venezolana.
En
1919 se alcanzó el punto culminante en la exportación de café, cuando esta
superó las 82 mil toneladas. Después vino el descenso en caída libre: en 1920
descendió al tercer lugar, en 1925 al cuarto, en 1931 al quinto, en 1932 al
sexto, en 1933 al octavo. A partir de allí la caficultura experimentó alzas y
bajas en la producción, por la incidencia de las dos guerras mundiales, la
aparición del petróleo, la Gran Depresión, la sobreproducción cafetalera del
Brasil y la desacertada política agrícola oficial venezolana.
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