Tras de una
vida sencilla 57
El amor nos habla cada
segundo en el aire que respiramos, cada latido del corazón es una muestra de
amor; y nosotros dormidos ni nos damos cuenta de que cada aspiración de aire
nos afirma en la vida, y de los impulsos del corazón ni nos acordamos, que
gracias a ellos seguimos en la vida; los hombres y mujeres cada vez vamos
perdiendo más los sentidos de la gracia y de la misericordia, y por tanto no
miramos de cómo vamos deteriorando este mundo; el amor nos habla en las nubes
que pasan, y nosotros sordos dormidos, no escuchamos tantos mensajes para que
sembremos el amor y la bondad; el mundo lo hemos convertido en escenarios de
guerras, no nos aceptamos, no nos comprendemos, andamos juzgando a las
personas, y cada vez nos alejamos más del amor…
El mundo emplea un lenguaje
infinito, nos manda mensajes en las mareas, en las inundaciones y sequías, en
los movimientos catastróficos de la tierra y de los mares, y también en las
florecitas silvestres que se ofrecen en los sitios más olvidados y apartados, y
hasta en las florecitas que nos encontramos en los jardines de las casas o de
los apartamentos, o en la orilla de las aceras o a un lado de las calles y
avenidas; y qué triste, pasamos y ni miramos; no queremos descifrar el código
de ese lenguaje, y entonces, decimos No
tenemos tiempo…, El trabajo no me da tregua…, Andamos apurados… Ni que yo fuera
ingenuo, yo soy muy importante…
Despertemos, somos
nosotros, hombres y mujeres, los que trazamos nuestro rumbo, nuestra historia,
y esta debe ser para saborear lo que nos gusta, para olfatear plácidos olores,
para sentir con el tacto ternuras y para regalar caricias, para sentir con el
oído los cantos de serenidad que nos llegan con la suave brisa, para que
escuchemos el infinito lenguaje del mundo, en las noches de luna clara, en las
inmensidades de la sabana, en la magnitud de las montañas, y en cada
manifestación natural que nos habla de lo efímero de nuestras existencias, frente
al mundo que permanece por las eternidades…
Adelfo Morillo
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