Hojas sueltas en esta
ventana
Desde hace un año y algo más, como parte
de mi cotidianidad dejo hojas sueltas en esta ventana, y cada vez me asombra
que hasta en lugares muy distantes, a alguien les llega y las ojean, y espero
que alguna línea le brinde un instante de alegría…
Yo escribo a las aguas limpias, a los
espacios ordenados y más si son paisajes, me detengo a saborear cosas
sencillas, la catalina negra o amarilla y mejor si la acompaño con queso
llanero de cincho blandito, hace pocos días compartimos catalinas negras y
amarillas mi mujer María y yo, mientras paseábamos, y hasta dije ¡Qué bueno es tener espíritu de pobre..!,
y le guardamos a Ilisabel y a Fabio…
Escribo a las cosas menudas, a las gotas
de rocío suspendidas entre las hojas y entre las flores y los capullos, y me
ocupo saboreando pedacitos de chicharrón, esta mañana compartimos unos pedazos
María y yo, mientras paseábamos, y cuando llegamos, me fui a regar las plantas
del patio, y salté para agarrar unas ciruelas maduras y me rasguñé con espinas
del limonero, pero me sabía a ambrosía el agridulce de las ciruelas, le di unas
a María, y comíamos, y me untaba alcohol en los rasguños, y me cimbraba, pero
más saboreaba la pulpita pintonamadura de las ciruelas…
Miro y escribo, siento, escucho y escribo,
huelo, pregunto y escribo, paseo, leo, miro películas y escribo, hago todavía
mis pequeñas travesuras y escribo, cargo piedras en tobo, sudo y escribo, y me
entretengo a saborear gofios, alfeñiques, pandehornos, batidos, melcochas o
buñuelos con miel…
Pienso y escribo, recuerdo, sueño y
escribo, me acuesto en el piso frío, en esteras, colchonetas, colchones o
disfruto el dulce vaivén de estar acostado en chinchorro, y desde ahí miro las
plantas y las flores y los pájaros que llegan, van y vuelven, y me regalan su
concierto de trinos y cantos…
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