En El Picacho 13
A la casa llegaba a visitarnos Aníbal
Olivares, un sobrino de mi mamá, y siempre llevaba diversas conversaciones de las cosas que vivía y hacía, él era un
buscador de información en registros principales y subalternos, hablaba de
mujeres y de hombres, de fechas y de solicitudes que le hacían, para que les
buscara partidas de nacimientos y de cuantas cosas se deja constancia en esos
libros, y también sabía contar cuentos de todo color, a mí me gustaba
escucharlo y mirarlo leyendo el periódico, era un lector como mi papá; a veces
nos visitaba su mujer Calistra Morillo, sobrina de mi papá, y ella era muy
ocurrente, graciosa y chusca, contaba cada cosa siempre con aires pícaros…
A la
casa también llegaba de visita Alfredo Tenepe Morillo, sobrino de mi papá, y
tocaba el arpa, porque mi papá le insistía para que interpretara su música, y
nos contaba que la mamá se burlaba de él, porque quería ser arpista, y que la
primera arpa, la hizo cuando tenía ocho años, la hizo pequeña acorde a su
tamaño, y en esa arpa fue donde comenzó a arañar las cuerdas…
Y no sé cómo llegó a casa Luis Castillo,
él es nacido en algún pueblo de Colombia, tenía una falca de nombre La Niña, y también le gustaba
leer el periódico, y mi papá le pedía que lo leyera en voz alta, y leía con
recia voz, pronunciaba muy bien, y por eso a mi papá le gustaba escucharlo, y a
mí también me gustaba bastante escuchar la forma como leía, y me aumentaba las
ganas de aprender a leer tan bien como ese señor Luis Castillo, y poder leer
cada día como además de él, igual lo hacían mi papá y Aníbal Olivares…
En el kindergarten orientaban la lectura y
la escritura, pero ahí no aprendí a leer, y en la casa mi mamá intentó enseñarme
a leer deletreado en el libro Mantilla,
yo deletreaba la palabra rosa r erre
o ro s ese a sa, y mi mamá se quedaba esperando que yo leyera la palabra
completa y nada, y volvía con la palabra mamá,
y yo deletreaba m eme a ma eme á má, y yo nada que leía la palabra completa, y
mi mamá me decía Adelfo, hijo, si la
estás diciendo clarito, ¿por qué no
la dices..? Y ahora escribo y no aguanto la risa y supongo cuánto sufría mi
mamá, para ella debió ser como una tortura; me consuelo, porque al menos sí aprendí
el abecedario o alfabeto…
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