En El Picacho 11
Algún día mi papá y mi mamá me dijeron que
después de cuando nací en Calabozo, el quince de marzo de mil novecientos
cincuenta y dos, se habían mudado a Cabruta, y me mostraron una fotografía que
nos tomaron a Aleida sentada en una silla, me tenía en brazos, yo tenía diez
meses de nacido, y de pie estaba Asdrúbal, que ya tenía más de un año, Aleida y
Asdrúbal, dos primos hermanos, que también fueron criados por mi papá y mi
mamá, eran hijos de mi tía Amelia, la otra hija de mi mamá y de mi papá, y el
otro era Rafael, mi hermano mayor, también hijo de mi mamá Cecilia Filomena, y
criado asimismo por mi mamá y mi papá…
También me contaron mi papá y mi mamá que
de Cabruta se mudaron a San Fernando, donde vivieron en varias casas
alquiladas, hasta cuando mi papá hizo casa propia ahí en El Picacho…
Y ahí a ese sitio llegaban los bongueros
con cargas de maíz jojoto, patillas o sandías, plátanos, tortugas, pescado
fresco, y competían entre ellos, cuando alguien decía un precio, el de al lado
ofrecía más barato, y gritaban y ofrecían, pero nunca peleaban entre ellos, ya
para ellos era como un juego…
También atracaban las chalanas por el lado
de El Picacho, Apure, y en Puerto Miranda, Guárico, cargadas de algodón,
patillas, ganado, o tortugas; no olvido parte de la letra de una canción, que
se escuchaba ya por ese tiempo:
Llegando a Puerto Miranda
encontré
el consuelo mío…
No sé cuántas veces cuando caminábamos mi
papá me contó acerca de la mujer que vivía con un hijo como de nueve años, la
madre amaba a su hijo, y el hijo también la amaba, y sucedió que un día la
madre enfermó, y pasaban los días y ningún remedio le recuperaba la salud, y
una mañana el hijo tomó una linda flor del jardín y se la llevó a la madre, y
ante tal gesto de amor, la madre al siguiente día se levantó y volvió a ser la
mujer cumplidora de los deberes consigo misma y también reanudó las atenciones
maternales para el hijo…
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