Te recuerdo con
alegría
Hoy viernes, día de Venus, diosa del deseo
carnal o erótico en mitología latina, mi mujer leyó Un ciclo de mi vida, y después del almuerzo me dijo… ¡Qué ciclo..! Y sí, son cincuenta y
cuatro años de escolaridad de estudiante y docente…
Y ahora recuerdo que la vida es un
entramado de dolores y alegrías, porque fue a finales de enero de mil
novecientos setenta y siete, yo había salido de una de mis clases, y miré a mi
amiga Maora que estaba sentada frente a la Biblioteca de la Facultad, y lloraba, me
acerqué y le pregunté por qué lloraba, y empezó a decirme que su marido Lubio
no quiso que ella trabajara, y por eso había renunciado a unas horas de
Francés, que estaba dando en un colegio en Mérida, me siguió hablando y después
de desahogarse conmigo, me preguntó, si yo quería dar esas horas, tanto me
insistió que yo esa misma tarde me fui hasta el colegio, y allá me atendió el
Subdirector y el Administrador, estuvimos conversando y dejé una constancia de
mis notas, me dijeron que fuera al día siguiente, para darme una respuesta, sin
falta ahí me presenté, me recibió el Subdirector, nos sentamos y lo primero que
me dijo fue que con esas notas cómo no me iban a dar el trabajo, me tendió el
horario y me dijo que al día siguiente era mi primera clase… Me despedí, salí
del colegio y me fui caminando feliz a decirle a mi mujer la buena nueva, nos
habíamos casado en marzo del año anterior, y ya teníamos a Adrián de apenas dos
meses de nacido…
Estoy sentado escribiendo y estoy
recordando aquellos días frente a la montaña verdiazul, y el pico Bolívar
coronado de nieve, y cuando nevaba en la cresta de la sierra, y brisa, neblina
y llovizna de páramo, de cuando saboreábamos, bajo ruanas, cobijas y abrigos,
chocolate, arepas de trigo y queso ahumado; y si Maora estás leyendo estas
líneas, son testigos de que te recuerdo con alegría y aquellas lágrimas tuyas
de aquel día, luego fueron sonrisas en la leche de los teteros para mi hijo
primogénito…
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