Hoy hojeé y ojeé
el libro La huella invisible, escrito
en 1960 por el poeta de San Sebastián de los Reyes y del mundo Miguel Ramón
Utrera, y línea tras línea o verso tras verso me fui llenando de la luz de su escritura,
maestro de las letras, como lo fue Armando Reverón en la magia de su pincel, y
quiero brindarles de dicho libro a ustedes, lectores, esta plegaria hecha
poesía por el poeta que sigue cantando hoy y siempre más allá de su partida
física:
Hay ángeles en la casa
Que
nadie lo diga ahora
ni nunca,
que no hace falta.
Sólo sabemos
–y es cierto-
que hay ángeles en la casa.
¿De
dónde el mágico acento
y la
encendida fragancia?
La madre
canta. Por eso
hay ángeles en la
casa.
El
tiempo azul y el tiempo
de la sombra
inesperada
llevaban
raíz de lumbre
cuando la madre cantaba.
Que
nadie lo diga ahora
ni nunca
que no hace falta.
Alguna vez,
en silencio,
también la madre lloraba.
Por eso,
todos sabemos
que hay
ángeles en la casa.
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