Cosas de abuelos
Cada vez que nombro a mi papá y a mi mamá,
me estoy refiriendo a mis abuelos maternos que me empezaron a criar desde el
día, cuando mi mamá me parió… Nací en Calabozo, a orillas del Guárico, después
me dijeron que habían vivido en Cabruta, a orillas del Orinoco, y luego se mudaron
a San Fernando de Apure, de este pueblo sí me acuerdo, porque ahí vivimos en El
Picacho, a orillas del Apure hasta cuando tuve ocho años, que decidieron
mudarse a Calabozo… Mi papá me hacía los trompos con madera que íbamos a buscar
y a cortar en el monte, me cortaba el pelo y también me cortaba con una navaja
las uñas, y me decía que las manchitas que me salían en las uñas, eran regalos
que me iban a dar, y yo no entendía que cada día recibía tantos regalos de
ellos en sus incansables atenciones conmigo… Mi papá me decía cuentos, cuando
andábamos en la canoa y cuando andábamos a pie, y en la casa y en todas partes,
y me aconsejaba en todo momento, y ahora cuando han pasado tantos soles y
lunas, confieso que todo lo bueno que hay en mí les pertenece a los amores de
mi papá y de mi mamá, y lo malo que hay en mí corre por mi absoluta cuenta…
Ellos me criaron libre, no me prohibieron
nada, me orientaban y las decisiones eran mías, mi papá me hablaba de honradez
y verdad que estaban por encima del fraude y de la mentira, y ahora que soy
abuelo, sigo enrumbando mis pasos por el sendero de la honradez y la verdad…
Ellos no me malcriaron, sí me mimaron, me consintieron y me atendieron en mi
primaria y en mi bachillerato y en todas mis cosas cotidianas, hasta cuando me
fui a estudiar a Mérida, en la
Universidad de Los Andes, ella murió al año de haberme ido a
Mérida, y él murió seis años después de graduarme en Letras, y cuando estábamos
en la misa, en la Catedral
de San Fernando de Apure, yo no lo miraba en la urna, yo andaba con él en la
canoa por el torrente del Apure, yendo a tumbar vegas o buscando la madera para
mis trompos…
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