Fotografías
Nuestras vidas fluctúan entre alegrías,
calmas chichas y tristezas… Y las fotografías pintan alguna de esas situaciones
de vida… Cada fotografía es una leyenda… Cuando yo estudiaba Letras en Mérida,
recuerdo que yo tenía 24 años y andaba encompinchado con mi amiga de alma María
Carmen, y una mañana fuimos a sacar el carnet estudiantil, ella posó primero, y
no le gustó cómo quedó en la fotografía del carnet, luego posé yo, y ella me
hizo sonreír, y así quedé risueño en la fotografía de mi carnet, y si esa no ha
sido mi mejor fotografía, no tengo dudas de que es una de las mejores… A
finales de la década de los ochenta y comienzos de la década de los noventa
viví los años más duros en lo espiritual, me había divorciado, me había venido
para Calabozo con mi nueva esposa, y se sucedió una serie de difíciles
vicisitudes, pero esos años pasaron, y un día estaba con mi hermana en su
negocio, y en un momento sacó de su bolso una fotografía mía, apenas la miré,
la agarré y la rompí… Esa fotografía pintaba mi alma deprimida, y me hizo
recordar El retrato de Dorian Gray (The picture of Dorian Gray), novela de ficción
del escritor Oscar Wilde… Algunos son amantes de las fotografías, y a otros les
son indiferentes, pero un alto porcentaje de personas a solas o en grupos se
dedica a mirar fotografías y a recordar en silencio o a viva voz la leyenda de
cada fotografía, y escuchamos los más curiosos, disparatados, alegres o tristes
comentarios de cada momento captado por la cámara… El profesor que me daba Historia del Arte en mis estudios de
Letras decía que un cuadro, una postal, un dibujo o una fotografía comunicaba
muchísimas más cosas que mil palabras…
A mí me fascina mirar una buena película,
y me extasío mirando las diversas escenas que le dan cuerpo a la filmación, y
tantas veces remiro la película para volver a disfrutar de algunas de las tomas
que en ella aparecen… Ahora bien, hay estampas que no logramos captar en una
fotografía, y solo nos quedan en la leyenda de la memoria, como el gavilán que
cazó un pez y nos pasa frente al vehículo donde vamos, y solo queda en nuestro
recuerdo el zigzagueo en el viento del ave de rapiña, sosteniendo en sus garras
a la reciente y fresca presa, que aletea tratando de zafarse de su captor…
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