Sobre la
batalla de Calabozo: 12 de febrero de 1818
Imaginemos cómo pudo ser el 12 de febrero
de 1818 en Calabozo… Quizás eran sabanas ardidas de soles y su vegetación de
chaparros, maniritos, cujíes, mantecos, salados, unas matas y otras matas…
palmas, y las tierras resecas, tostadas, curtidas, cuarteadas, y en una y otra
parte lagunas o charcos preñados de garzas, alcaravanes, culebras de agua,
babas, galápagos, iguanas o lagartijas bebiéndose las sombras húmedas de las
últimas aguas en medio de la llanura, y mucho más allá se divisarían relámpagos
lejanos, tanto que el fragor en la garganta de los truenos no se escuchaba, y
al costado norte del pueblo el Guárico abundoso de aguas, peces, carameros,
torrenteras, remansos, olores y amores… Pudo ser ese el ambiente de ese día de
cielo azul y despejado de nubes, pero había una gran calamidad, terrible, eran
tiempos de guerra a muerte entre los defensores del vasallaje de la provincia
de Venezuela a España, y los patriotas venezolanos que estaban decididos a
pelear por la libertad, por la independencia y la soberanía de Venezuela.
Ese 12 de febrero de 1818 se encontraron
estas dos ideas defendidas por dos ejércitos, la causa española comandadas por
el General Pablo Morillo, y la causa independentista comandada por el General
Simón Bolívar… Tantas plumas de diversos historiadores nos dan fe de que era
una mañana en Calabozo de brisas tendidas sobre la sabana, cuando se
enfrentaron, pelearon y lucharon con arrojo y valentía, pero ese día los
realistas fueron derrotados en esta llanura inmortal… Sí, ese día fue la
batalla de Calabozo, triunfo muy importante, porque sirvió de bastión insigne
en la llamada Campaña del Centro… Fue una estrategia de combate singular por la
manera como la planteó Bolívar, y por la manera como se desarrolló, como si en
un tablero de ajedrez la realizara, porque todos los movimientos se dieron con
precisión inexorable hasta lograr la victoria en el campo de honor, al derrotar
al gran vendedor en Europa, General Pablo Morillo.
Cinco días después de esta gloriosa
batalla en un banco de sabana en Calabozo, Simón Bolívar, el eterno, enaltece
al ejército de llaneros con la proclama que les pronuncia, en el Cuartel
General de El Sombrero, el 17 de febrero de 1818, palabras que están esculpidas
en letras de bronce, en el lado oriental del pedestal de la estatua ecuestre,
que está en medio de la plaza Bolívar de la Villa de Todos los Santos de Calabozo:
“Llaneros,
ustedes son invencibles:
sus
caballos, sus lanzas y estos
desiertos
los libran de la tiranía…”
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