lunes, 3 de diciembre de 2012


Sobre la batalla de Calabozo: 12 de febrero de 1818

     Imaginemos cómo pudo ser el 12 de febrero de 1818 en Calabozo… Quizás eran sabanas ardidas de soles y su vegetación de chaparros, maniritos, cujíes, mantecos, salados, unas matas y otras matas… palmas, y las tierras resecas, tostadas, curtidas, cuarteadas, y en una y otra parte lagunas o charcos preñados de garzas, alcaravanes, culebras de agua, babas, galápagos, iguanas o lagartijas bebiéndose las sombras húmedas de las últimas aguas en medio de la llanura, y mucho más allá se divisarían relámpagos lejanos, tanto que el fragor en la garganta de los truenos no se escuchaba, y al costado norte del pueblo el Guárico abundoso de aguas, peces, carameros, torrenteras, remansos, olores y amores… Pudo ser ese el ambiente de ese día de cielo azul y despejado de nubes, pero había una gran calamidad, terrible, eran tiempos de guerra a muerte entre los defensores del vasallaje de la provincia de Venezuela a España, y los patriotas venezolanos que estaban decididos a pelear por la libertad, por la independencia y la soberanía de Venezuela.
     Ese 12 de febrero de 1818 se encontraron estas dos ideas defendidas por dos ejércitos, la causa española comandadas por el General Pablo Morillo, y la causa independentista comandada por el General Simón Bolívar… Tantas plumas de diversos historiadores nos dan fe de que era una mañana en Calabozo de brisas tendidas sobre la sabana, cuando se enfrentaron, pelearon y lucharon con arrojo y valentía, pero ese día los realistas fueron derrotados en esta llanura inmortal… Sí, ese día fue la batalla de Calabozo, triunfo muy importante, porque sirvió de bastión insigne en la llamada Campaña del Centro… Fue una estrategia de combate singular por la manera como la planteó Bolívar, y por la manera como se desarrolló, como si en un tablero de ajedrez la realizara, porque todos los movimientos se dieron con precisión inexorable hasta lograr la victoria en el campo de honor, al derrotar al gran vendedor en Europa, General Pablo Morillo.
     Cinco días después de esta gloriosa batalla en un banco de sabana en Calabozo, Simón Bolívar, el eterno, enaltece al ejército de llaneros con la proclama que les pronuncia, en el Cuartel General de El Sombrero, el 17 de febrero de 1818, palabras que están esculpidas en letras de bronce, en el lado oriental del pedestal de la estatua ecuestre, que está en medio de la plaza Bolívar de la Villa de Todos los Santos de Calabozo:

                                  “Llaneros, ustedes son invencibles:
                                   sus caballos, sus lanzas y estos
                                   desiertos los libran de la tiranía…”
           



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