Respeto por la palabra 70
Remembranzas
de Teresa Amelia Gamarra Rico. Estampas de Guaratarito 2
Mil
caminos transité sobre la yerba verde, los charcos llenos de lirios y el
corocillo blanco, también corría sin miedo por los enredados pajonales. Sentía
tristeza por las entradas de agua, renace el pasto, huele a tierra mojada
empapada por el primer chubasco del año, la flora se engalana haciendo
majestuosa gama de colorido. En esta época el llanero se prepara para la
vaquería, en la madrugada se reúnen y salen en caravana dispuestos a recoger el
ganado disperso en las sabanas, monta su cabalgadura arrebiatando la remonta,
llevando su cobija de pelo, el morral, la tapara de agua, papelón y queso. El
jinete arrea el tropel de ganado que va reventando corrales y tranqueros
dejando nubes de polvareda. Me conmovía el bramar de las vacas por sus
becerros, el canto del ordeñador llamándolas para el ordeño en la puerta del
corral, para exprimirle la ubre y sacarle la deliciosa leche, prosigue el canto
triste: noche buena, noche buena; poma rosa, poma rosa; nube de agua, nube de
agua... Tuve en mis manos el rejo y la totuma, mientras de la camaza me servían
la sabrosa postrera, presencié con asombro el sacrificio del maute o de la
novilla y luego convertirlos en ternera, detrás del guarataro donde mi viejo
amarraba su caballo. Crucé sabanas y caminos, atravesando ripiales y troncones
buscando hacia la laguna, la laguna de Guaratarito, la que sació la sed de los
animales del hábitat campestre y nos brindó los baños más felices. Comía gustosa
el fruto de la palma, el manirito, guayabita sabanera, el dulcito en los
ramales del bejuco de melero, que crece en los rastrojos y praderas, también
correteé en los torrenciales aguaceros, recogiendo la cosecha de merecure y
caruto, frutos de mi tierra, trepé árboles para alcanzar los nidos de turpial y
arrendajos y robarle sus pichones, me detenía para oír el acordeón de las
abejas llenando la colmena y saboreando la miel de sus panales, me extasiaba en
la flor del espinito al pie de los palmares, en el guamacho que ostenta su
olorosa flor a mateguán (componente de la miel), el rey de las sabanas, el
viejo o legendario carnestolendo que esparce su amarilla flor en laderas y
matorrales. En la lontananza vi pastar juntos becerros y venados cerca del
potrero en los linderos del fundo...
Editor Adelfo Morillo
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