martes, 12 de abril de 2016

Creador espíritu común


Creador espíritu común

       Yo no busco ser literato;
los que se dicen conocedores de literatura,
para algunos que escriben y sobre todo para los críticos
es una ofensa a la literatura el lugar común;
da risa tal expresión, ya tan común en ellos;
la poesía siempre ha sido espacio y tiempo,
lo fue para los pintores rupestres,
pintaron, describieron bisontes y faenas comunes,
su vida de cada día,
como pan de cada día;
y si leemos la oralidad de Jesús,
nos habla del común de amor,
y Sócrates usaba la conversación,
nuestra forma común de convivir;
y qué decimos de Cuando quiero llorar no lloro
y a veces lloro sin querer…,
y qué enunciamos de En un lugar de la Mancha…,
o de cualquier sitio o momento de que no queramos acordarnos;
sí, cómo da risa los juicios de los entendidos en literatura;
¿Romeo y Julieta no son amores y tragedias comunes
y Calixto y Melibea,
y Las cuitas del joven Werther,
y la María ambientada en las orillas del Cauca..?
¿Qué no es lugar común en la literatura..?
Macondo, un pueblo como cualquier otro pueblo,
El viejo y el mar…, una historia como tantas historias,
como el abuelo y el Apure,
una  de entre tantas historias sin nombre,
que se da cada día en algún rincón de Venezuela o del mundo;
sin duda en este mismo instante,
podemos imaginar a hombres o mujeres,
abuelos o padres acompañados de nietos o hijos,
yo elijo a un abuelo y al nieto,
andan en una curiara por el Apure de aguas terrosas,
el abuelo canaletea y el nieto palanquea,
y van agua arriba sorteando brisas, buscando tumbar rozas,
y a tempranas horas de la mañana llegan al sitio,
se bajan de la curiara, la amarran a un palo en la orilla,
y el nieto todavía es un niño de seis años,
y el abuelo toma el machete zuas zuas, rozna el machete,
y en algún momento se detiene y dice al nieto
Con las entradas de aguas sembraremos maíz
y cuando cosechemos, haremos cachapas y mazamorra…,
y, mientras habla, se desgaja un aguacero,
y el nieto no tiene con qué cubrirse,
y empieza a temblar de frío,
y ahora es chubasco, agua, brisa y brisote,
y el abuelo tiembla de impotencia, no sabe qué hacer,
lo abraza y casi llora,
y al rato amaina el chubasco,
y el abuelo se molesta consigo mismo, se recrimina,
se culpa, y se suben a la curiara,
y la roza se queda en el olvido,
y el nieto comprende en silencio;
y esta vivencia y tantas otras alguien las hace literatura,
cuando las vive, cuando las sufre, cuando las ama,
y las escribe;
mientras gotas de sudor me ruedan por la piel,
porque es una mañana de domingo de abril,
porque la sequía no deja ni madurar las ciruelas,
las plantas se mustian y se tuestan  de resolanas;
sí, cómo me da risa los discursos de los entendidos,
y la mayoría de ellos no han creado nada original,
porque no llegan al creador espíritu común…

Adelfo Morillo



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