Tras de una
vida sencilla 46
En ese momento de la noche,
antes de acostarnos a dormir, si lo dedicamos a meditar, nos daremos cuenta de
que atrás ha quedado nuestra vida pasada, y si Dios nos da la luz de un nuevo
día, con ese amanecer estamos renaciendo a tantas cosas que no sabemos; sí,
podemos planear cosas, pero tantas veces nos ocurren otras que ni remotamente
podíamos imaginar…
Hoy, en este momento,
cuando voy pulsando estas teclas, no es las ocho de la mañana; antes de la seis
desperté, al rato me levanté, me vestí, y me fui al solar, me senté sobre dos
ladrillos, y estuve mirando, la ruinosa ardilla andaba de rama en rama, las
plantas están cubiertas de distintos verdes, anoche cayó una lluviecita, y el
entorno se mira pleno de esplendor y colores… Y escucho a mi mujer, me llama
para el desayuno, tomo el té de moringa, y luego voy disfrutando del frugal
desayuno; y en este instante, reflexiono antes de escribir cada idea, y sí,
estoy comenzando este nuevo día, viernes día
de Venus, canta un gallo del otro lado de la calle, ladra un perro por los
mismos contornos, y el cielo sigue nublado, y me alegro de la fresca mañana; mi
mujer y mi hijo salieron al centro del pueblo, y yo estoy sentado frente a esta
máquina mágica como dijera García Márquez; frente a la ventana canta un pájaro
y eso también me alegra; más allá en Atenas, en Uruguay o en Alejandría quizás
también canta un pájaro, y, quiera Dios, y ese canto alegre a un hombre o a una
mujer, y que florezca la ternura…
Adelfo Morillo
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