Tras de una vida sencilla 32
Nos perdimos el rastro
algunos amigos de primaria, de entre ellos recuerdo a Marisela, compañera de
los primeros años de escuela, la traigo con frecuencia a la memoria, porque me
encantaba la asombrosa habilidad que ella tenía para el dibujo, hasta me hacía
las tareas de dibujo; en tercer grado me acuerdo de la gorda Azócar, los
varones la molestaban hasta hacerla llorar, yo no la fastidiaba, y ella también
dibujaba muy bien, y ahora era ella la que me hacía los dibujos; tampoco sé de
algunos amigos de bachillerato, de ellos no olvido a una compañera de
Humanidades, solo me acuerdo de sus apellidos, Vargas Omaña, me admiraba por mi
gusto y dedicación a los estudios, hasta me invitó a su casa, para que fuera a
explicarle Francés; y de mis estudios de Letras también he perdido los pasos de
algunos amigos, sé que Arnulfo está en Caracas, pintaba muy bien, y Enrique
está en San Cristóbal, interpretaba muy bien la guitarrra, a veces me sorprende
el recuerdo de aquel concierto de guitarra, que nos dio frente a las montañas
merideñas, estábamos todo el grupo de Clásicas; y me dicen que Diego está en
una de las Islas Canarias, con él caminé y troté en las mañanitas merideñas, y
me gustaba, cuando tomaba la guitarra y dejaba escuchar dulces melodías,
también dejaba escuchar la armónica, y el sonido de este instrumento me hace
volver a mis tiempos de muchacho aquí en la Villa de Todos los Santos, porque
en las películas de matineé era muy frecuente que algún actor dejara escuchar
acordes de la armónica; y en la conversación, Diego empleaba bastante la
expresión trigo limpio, con la que
daba idea de alguna persona, hombre o mujer, en quien se podía confiar; y son
tantos los amigos que nos perdimos el rastro, y otros ya no están en este
mundo.
Es muy común escuchar a
gente decir Yo me hice solo…, Yo no
necesito de nadie… Y no es verdad, en este paso que andamos por la vida,
necesitamos de familiares, de amigos, vecinos, compañeros, y hasta de personas
que apenas terminamos de encontrarnos, y una causalidad nos lleva a requerir de
su ayuda, aunque sea para orientarnos con una dirección a donde nos dirigimos
por vez primera…
Si pudiéramos darnos como
se da la brisa, llega, nos refresca, y sigue sus sendas invisibles…
Adelfo Morillo
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