viernes, 9 de octubre de 2015

Tras de una vida sencilla 32



Tras de una vida sencilla                   32

       Nos perdimos el rastro algunos amigos de primaria, de entre ellos recuerdo a Marisela, compañera de los primeros años de escuela, la traigo con frecuencia a la memoria, porque me encantaba la asombrosa habilidad que ella tenía para el dibujo, hasta me hacía las tareas de dibujo; en tercer grado me acuerdo de la gorda Azócar, los varones la molestaban hasta hacerla llorar, yo no la fastidiaba, y ella también dibujaba muy bien, y ahora era ella la que me hacía los dibujos; tampoco sé de algunos amigos de bachillerato, de ellos no olvido a una compañera de Humanidades, solo me acuerdo de sus apellidos, Vargas Omaña, me admiraba por mi gusto y dedicación a los estudios, hasta me invitó a su casa, para que fuera a explicarle Francés; y de mis estudios de Letras también he perdido los pasos de algunos amigos, sé que Arnulfo está en Caracas, pintaba muy bien, y Enrique está en San Cristóbal, interpretaba muy bien la guitarrra, a veces me sorprende el recuerdo de aquel concierto de guitarra, que nos dio frente a las montañas merideñas, estábamos todo el grupo de Clásicas; y me dicen que Diego está en una de las Islas Canarias, con él caminé y troté en las mañanitas merideñas, y me gustaba, cuando tomaba la guitarra y dejaba escuchar dulces melodías, también dejaba escuchar la armónica, y el sonido de este instrumento me hace volver a mis tiempos de muchacho aquí en la Villa de Todos los Santos, porque en las películas de matineé era muy frecuente que algún actor dejara escuchar acordes de la armónica; y en la conversación, Diego empleaba bastante la expresión trigo limpio, con la que daba idea de alguna persona, hombre o mujer, en quien se podía confiar; y son tantos los amigos que nos perdimos el rastro, y otros ya no están en este mundo.
       Es muy común escuchar a gente decir Yo me hice solo…, Yo no necesito de nadie… Y no es verdad, en este paso que andamos por la vida, necesitamos de familiares, de amigos, vecinos, compañeros, y hasta de personas que apenas terminamos de encontrarnos, y una causalidad nos lleva a requerir de su ayuda, aunque sea para orientarnos con una dirección a donde nos dirigimos por vez primera…
Si pudiéramos darnos como se da la brisa, llega, nos refresca, y sigue sus sendas invisibles…

Adelfo Morillo

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