lunes, 26 de mayo de 2014

Andanza por nuestro idioma 65



Andanza por nuestro idioma               65
    
     Una mañana fui al mercado, y en la carnicería me preguntó el dependiente ¿Qué quiere, abuelo..? Del latín aviola, y me sorprendió la palabra, porque hasta ese momento no había asimilado la idea de que soy abuelo…
     Y de abuelo hago inventario de mi vida, y puedo asegurar que no he cometido ninguna fechoría… Sí sé que he ofendido con palabras y con  indebidos actos a mujeres y a hombres, y asimismo he caído en tantas equivocaciones y hasta he reincidido en los mismos errores, incluso perdí la cuenta de imprevisiones e imprudencias que pudieron poner en riesgo mi existencia, solo Dios sabe cómo estoy escribiendo con salud física a mi edad, también aseguro que tantas veces de las que me equivoqué, después me prometí enmendarme, y me fue duro reaccionar, pero aquí estoy procurando seguir el buen camino de amor…
     Ahora le doy sentido de vida a cada cosa que se manifiesta frente a mí; donde estoy, observo y me dejo sorprender por los más pequeños detalles, una hoja que se desprende y pienso que empezará a descomponerse para dar paso a nuevas criaturas, si converso con hombre o mujer, escucho la música viva de sus palabras, me río de los cuentos que me dicen, y si llueve, miro cómo va llegando la lluvia y aspiro su olor y frescura… A los niños los miro jugar, a veces se caen y vuelven a levantarse, algunos lloran, otros corren, saltan, gritan, y si se trata de mis nietos, los recibo, cuando me buscan, los dejo vivir sus momentos, y hasta huelen mis sábanas, se cubren con ellas, y dicen que huelen al abuelo, yo nada digo, me sonrío en silencio, y me deleito con los regalos puros de su inocencia infantil…
     Desde cuando empecé a ir a la escuela, me gustó, me gradué, laboré treinta y siete años de docente y no sé cuánto conocimiento teórico he aprendido, pero sé que la condición de ser humano supera todo nivel de conocimientos escolásticos y enciclopédicos, y entonces me dejo llevar por los llamados de donde me necesitan, y acudo y busco dar lo mejor de mí; mientras siguen pasando días y noches, pienso y siento por todas las cosas feas que he ido dejando en el olvido, y doy gracias a Dios, para que guíe mis pasos por su senda, clara en ocasiones y misteriosa tantas veces, que no logramos descifrarla, pero como es bueno en amor, cuando nos creemos perdidos, Él nos vuelve a iluminar el camino…

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