Caminata con perro
En la mañana salimos María y yo a caminar,
y cuando íbamos por la escuela Francisco
Lazo Martí, se nos emparejó un perro de pelaje castaño claro, en la cola
tenía pegada dos hojas, que hubiera querido despegárselas, le comenté a María
que, en otra ocasión, ese mismo perro me había acompañado hasta donde empieza
la bajada, frente al espejo de agua de la represa del Guárico, y seguimos
nuestra caminata, compramos chicharrón, frijoles colorados y queso blanco de
cincho, en el abasto Gran Próspero
compramos jugo de naranja, pasta recortada y arroz, y en la
Luis XV compramos pan
campesino rebanado, veníamos de regreso y el perro nos acompañaba, por la
avenida bajaba agua y el perro se detuvo varias veces a beber, se escuchaba el lapi lapi lapi, volvimos a pasar por la
escuela y ahí se nos separó el perro, al que no le pude quitar las dos hojas de
la cola, y frente a la urbanización Brisas
de la Represa,
ahí está una casa no cercada, con un patio grande, donde hay varios mangos
cargados, en el suelo hay frutos, y le dije a María que agarrara unos, y varios
conocidos me saludaron, incluso una de ellos es una egresada en Educación
Integral de la Universidad Rómulo Gallegos, y a quien le di Literatura en
cuarto año…
Cuando me senté a escribir, mi hijo se
había comido dos mangos, y me dio un pedazo del segundo, yo estaba regando las
plantas, y cuando terminé, fui a la nevera y tomé un mango, agarré un cuchillo,
y me senté sobre un bloque en el patio, ahí pelé el mango y me lo fui comiendo,
mientras miraba el pasar de las nubes, y como la brisa me llegaba fresca, y
miraba el mamón, los cocoteros, mereyes o marañones, uveros, el aguacatero, los piñeros, yagrumos,
el icaco y el almendro…
A mí nunca me ha gustado tener perro en la
casa, no soy indiferente a los perros, yo no los rechazo ni les hago daño, como
no se lo hago a ningún animal, lo que sí me gusta es mirar cada animal en su
ambiente natural…
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